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V E I N T I D Ó S


La mañana siguiente me desperté con la emoción palpitando sobre mi pecho.

Los recuerdos iban y venían en pequeñas dosis a mi memoria, mientras leía la nota que Aiden me dejó al lado de la almohada, en donde me deseó dulces sueños, y me dedicó un poema de Elizabeth Barrett y otro de John Keats, recordándome la disputa que teníamos sobre las frases para coquetear.

Él debió llevarme a la cama, luego de quedarme dormida en algún punto de nuestra conversación nocturna, porque no recordaba como llegué a la habitación.

Cuando salía a explorar el departamento, me percaté de su inusual ausencia mañanera, pero mi ansiedad se tranquilizó cuando lo encontré dormido. Sabía que Aiden no se encontraba bien, el aniversario de la muerte de su familia estaba a tan solo un día de suceder, así que no hice el intento de despertarlo. Tal vez él quería estar ausente de la realidad unos momentos más, antes de que su familia y amigos lo abrumaran con condolencias.

Me acurruqué en un sillón de la sala para revisar mis redes sociales, aunque tan pronto como abrí cada uno de mis perfiles los cerré. Olvidé eliminar a Brent, y cada publicación compartida por él estaba llena de una agría indirecta para mí donde resaltaba la crueldad de mi personalidad, junto con el dolor de su corazón.

El vacío volvió a mi pecho.

Él estaba en lo cierto.

Yo no merecía amar ni ser amada por nadie, no después de haber dañado a otros, no era justo que encontrara el amor. Lo mejor que podía hacer era estar sola, mantenerme aislada por el bien de los demás, y también por el mío; porque, aunque ahora era consciente de mis acciones, olvidar los patrones no era algo que se hiciera de la noche a la mañana. El verdadero cambio llevaba pasos lentos y errores que lo acompañaban. Estar con alguien tan pronto parecía una destrucción inminente.

Fui a buscar a Aiden.

La habitación estaba en completa oscuridad, no se podía caminar en ella sin tener que entrecerrar los ojos para aclamar la poca luz que entraba por debajo de la puerta. Me guié entre las siluetas de las sombras para subirme a la cama, y colocarme a un lado suyo. Por su respiración comprobé que aún se encontraba al otro lado de la realidad.

Le di un beso en su mejilla.

—¿Qué hora es? —me preguntó Aiden, mientras deslizaba su mano por mi cintura para acercarme a él.

—Las diez de la mañana —le contesté.

—¿En serio? —Su lado de la almohada perdió peso, por lo que coloqué mi mano en su pecho para detenerlo—. Hace mucho tiempo no me despertaba a esta hora. Creo que deberíamos levantarnos.

—No. Mejor quedemos aquí, y sigamos durmiendo —propuse.

Él sonrió con malicia.

—¿Solo dormir?

Sentí una leve curva cruzarse en mis labios al pensar en las posibilidades, pero asentí, e ignoré su insinuación sexual. Hundí mi rostro en su cuello, y Aiden me rodeó con sus brazos antes de depositar un beso protector en mi cabello.

Tal vez no era justo, pero se sentía increíblemente bien.


El resto del día fue consumido como un objeto ante una llamarada de fuego, por más que traté de alárgalo no fue posible, terminó con la desesperanza, y el nuevo día se alzó acentuándola.

Desde el principio del viaje, temí por Aiden. No conocía los detalles de la muerte de su familia, pero mi corazón se oprimía cuando lo miraba. A pesar de que ayer me contó lo que hacía para sobrellevarlo, la noche borró todo su progreso, y lo dejó estático a un lado mío.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora