07┋PD

908K 40.2K 6.9K
                                    

S I E T E


—¿Qué prepararemos hoy, chef? —Mi papá me colocó un toque blanche sobre la cabeza, y apretó mi nariz con cariño.

Todas las tardes de domingo aprendíamos juntos a preparar un platillo nuevo. Fue una tradición que iniciamos luego de que mi madre se fuera, y la comida rápida, en especial las hamburguesas, comenzaran a repercutirnos. Él nunca quiso contratar a una persona que se encargara de la comida por temor a que alguien pudiese lastimarme. Incluso, durante mi infancia no les permitió a los miembros de su familia estar a solas conmigo, él siempre orbitaba a mí alrededor, como si yo fuera un sol, y me cuidaba hasta de las palomas a las que me gustaba alimentar en primavera.

A Claire únicamente la contrató por ser adolescente, y por lo estrictos que eran sus padres con ella. Aunque, conforme los años pasaron, mi papá dejó ese nivel de sobreprotección. Había personas que cuidaban y limpiaban la casa incluso en su ausencia.

Tomé uno de los recetarios de cocina, el más corto que destacaba por su diseño sencillo, era de comida popular e internacional. Lo hojeé con los ojos cerrados, y me detuve en el séptimo segundo.

Pelmeni —leí el nombre en voz alta cuando la luz contrajo de nuevo mis pupilas.

—Comida rusa, ¿eh? —Mi papá se acarició la diminuta barba castaña, luego asintió para sí mismo—. Espera aquí, iré a la bodega por una botella de vodka. Creo que es el momento perfecto para que lo pruebes.

Me quedé sentada, y dejé que se fuera a esa área de la casa, sin el menor deseo de confesarle que el vodka y yo ya habíamos tenido un primer encuentro en una fiesta, y que me hizo soltar más verdades que un interrogatorio de su parte cuando fingía ser un padre escrito.

Él regresó minutos después, me sirvió en un vaso pequeño, y me compartió la mitad del segundo que se llenó cuando terminamos de comer.

—Y pensar que tu abuela nos tiene vetados de su cocina —exclamó con deleite al apartar su plato vacío.

—Yo creo que siente envidia de lo natural que nos sale todo.

Él asintió, y sus ojos marrones brillaron con complicidad. Mi padre tenía una mirada que me recordaba a la calidez del otoño, con destellos naranjas y dorados, que me habría encantado heredar. Mis ojos eran de un color azul oscuro que pocas veces parecían cobrar vida.

—Yo también pienso lo mismo, pero no se lo digas.

Señalé a mi corazón como una promesa.

Los dos limpiamos la cocina. Él preparó palomitas para ver una película, y yo me serví un té, y tomé una manta de mi habitación, aunque nuestros planes se enfriaron antes de que me bebida tuviera oportunidad de hacerlo cuando su celular sonó. Mi papá manejaba la empresa de seguridad privada de mi abuela, por lo que ella solía llamarle en todo momento para averiguar qué tal iban las cosas.

No parecía que se jubiló hace cinco años.

Los hombros de mi papá decayeron, y supe al instante que esa llamada iba a durar horas. Le hice un ademán de que no importaba, y él me regaló una sonrisa llena de culpa mientras se marchaba a su oficina personal.

En lugar de irme a dormir para distraerme, tomé mi celular y le envié un mensaje a Colton, en donde le pedí que me acompañara al refugio de animales del que nos habló una docente el viernes pasado. Había mencionado lo bien que le haría al lugar recibir ayuda, y que las personas se animaran a adoptar.

Y yo tenía que conseguir un gato.

Siendo honesta, un refugio no fue mi primera opción, había buscado gatos en la calle que carecieran de protección, pero al único que encontré fue al de un vecino, y aunque la idea de robármelo fue tentadora, me imaginé el dolor que le iba a causar a su corazón cuando no lo encontrara, así que lo fui y lo dejé en su casa.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora