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Valentin

Una vez más era viernes. Otro día en el que Malena no dió rastros de ella por el colegio.

Parecía que yo era el único que le intrigaba saber el porque no aparece hace casi 1 semana, no manda mensajes, no sube nada, y siempre que paso cerca de su casa la veo en la terraza sentada mirando el cielo.

Hoy decidí por fin ir presencialmente a su puerta para ver si me habría, no atendía mis llamadas ni muchos menos respondía nada de lo que le mandaba. Desde esa vez que la abracé por primera vez, no supe nada más de ella.

Sabía que sus papás no estaban hasta horas pasadas de la noche en su casa, se iban a la mañana y ni hablaban entre ellos ¿Qué hacía tanto tiempo sola?

Esa pregunta repercutía diariamente por mi cabeza, a veces me descolocaba no poder entenderla, o ayudarla desde algún punto.

No sé como a alguien no le podría parecer interesante entablar una conversación con Malena, tiene pensamientos tan puros y profundos, sé que debajo de su actitud tajante y fría, hay un corazón que busca con quién latir.

Hoy no había tenido un buen día, me estoy por llevar Matemática otra vez, que materia tan del orto.

Pasé por el chino que estaba a unas cuadras antes de su casa, y compré un paquete de fideos. Por lo menos para variar, lo más probable es que siga comiendo pizza todos los días. Agarré una botella de Coca y me fui después de pagar por todo.

Una cuadra antes de llegar noté que mis manos empezaban a sudar ¿Qué le voy a decir cuando la vea? Ni siquiera sé si está en su casa, o si quiere verme.

Comenzaba a arrepentirme por venir, pero alejé mis pensamientos cuando me encontré frente a la puerta de la morocha, toqué el timbre mientras me acomodaba el pelo para estar un poco más arreglado. Estaba con el uniforme todo feo y la corbata del orto que me dejaba sin aire.

Escuché pasos cerca y me tensé un poco, no había pensado que decirle. Apreté mis manos intentando relajarme, sintiendo cada vez más pronunciados y cerca los pasos.

Se abrió la puerta dejándome ver a Malena con los ojos hinchados y un buzo que le llegaba no más abajo que los muslos.

Conectamos miradas y tragó en seco, miró la bolsa que traía y giró un poco su cabeza.

-Hola- Saludé intentando relajar un poco el ambiente. La morocha todavía un poco confundida, me saludó con la mano un poco baja, segundos después pasó una de sus manos por su ojo y se hizo a un lado para dejarme entrar.

-No esperaba verte- Dijo mientras hacía una sonrisa de labios cerrados y se acomodaba el pelo, se bajó un poco el buzo y cuando la miré a los ojos apartó su vista, por primera vez la había visto tímida.

-No me contestabas, no venías al colegio, pensé que te había pasado algo- Era mentira, sabía que no le había pasado nada porque todos los días la veía de camino a mi casa, en su techo.

Largó una risa medio irónica, como si no creyera lo que le decía, miró la bolsa que traía en manos y se acercó a mi.

-¿Que compraste?- preguntó cambiándome de tema intentando agarrar lo que tenía, alcé la
bolsa más alto logrando que no alcance a agarrarla. Hizo puntitas de pie y pegó un suspiro cuando la subí todavía más. Recibí una mala mirada por su parte y como se iba a la cocina de brazos cruzados.

Mordí un poco mis labios al ver la imagen de Malena de espaldas, tenía sus piernas al descubierto y su pelo negro revuelto caía por su espalda. Era tan linda que a veces me costaba asimilar que era real.

Me adentré a la cocina junto a ella y la vi sentada en el mármol con sus piernas colgando. Tenía la vista fija en el piso, parecía completamente desconectada del mundo.

Chasqueé mis dedos haciendo que giré para verme, miró la bolsa y tiró su cabeza para arriba.

-Decime porque no dabas señales de vida y te digo que compré- Oferté dejando la mochila en una de las sillas. Me paré frente a ella de brazos cruzados intentando que responda.

-No sé, ¿Qué compraste?- Tiré los ojos para arriba viendo lo complicada que era para algunas cosas, no la iba a obligar a hablar. Una vez más, me ganaba.

Saqué lo que traía en la bolsa y se lo enseñé para después dejarlo en la mesa.

-¿Tenes hambre?- Pregunté mientras la observaba desde la otra punta de la cocina.
Negó mirando para otro lado- ¿Hace cuanto no comes?- Empezaba a preocuparme el saber que eran las 14:30 de la tarde y no tenía nada de hambre.

Rió y se bajó de la mesada, se acercó al lavaplatos y me mostró el plato con restos de comida que había dejado. Me relajé un poco al saber que por lo menos estaba comiendo variado y no se estaba cagando de hambre.

-Gracias por preocuparte Oliva, pero estoy bien- Habló agarrando la Coca que había traído para servir en dos vasos. Cuando terminó, se acercó a mí y me extendió uno de ellos mientras me miraba con los ojos apagados. Aunque lo quiera ocultar, cualquiera que la conociera al menos un poco, sabía que no brillaba de la misma forma.

Asentí sin creerme nada de lo que decía, era obvio que no estaba bien. Nadie desaparece por tanto tiempo solo porque sí.

Abstraído; WosWhere stories live. Discover now