Él me miró y asintió con los ojos humedecidos. Corea del Sur dio un pequeño sonido haciendo que lo mirara. 

—¿Estás bien?— Pregunté obteniendo como respuesta un asentimiento y una pequeña sonrisa.

Suspiré y miré a los demás. Faltan dos... 

—¿Me prometéis que os portaréis bien?— Canadá, Japón, Corea del Sur y Corea del Norte asintieron. —Ahora vengo.

Salí del baño.

—¿Dónde estarán esos dos?— Pregunté para mi misma. Giré mi cabeza al escuchar un sonido en una habitación, la mía específicamente.

Me asomé a la habitación y me encontré con los cajones del armario abiertos progresivamente hasta llegar al último, dónde vi al estadounidense agarrar una de mis pocas bragas que tenía, ya que las demás las tenía en la otra maleta, y la lanzó hacia atrás, cayendo sobre China, quién no paraba de dar pequeños chillidos para que bajara de ahí.

—¿Puedo ayudarte?— Pregunté detrás de él, notando como su pequeño cuerpo se tensaba. Se giró justo cuando lo sujeté entre mis manos, comenzando a patalear e intentar morderme. —¡Eres un pequeño pervertido!— Dije con él agarrado en un puño, sin apretar claro. Me agaché y miré las bragas negras moverse. Me agaché y las aparté para ver a China. Al mirarme su cara se hizo rojo chillón. Hice una mueca. —¿Estás bien?— Este solo asintió con la cabeza gacha. Abrí mi mano, dejando que subiera en ella.

Salí de la habitación con cada uno en una mano, el estadounidense todavía pataleando.

De nuevo escuché chillidos provenientes del baño. Fui corriendo y me encontré al canadiense y al japonés rodando en el suelo, golpeándose y mordiendo mientras Corea del Norte aplaudía mirándolos y Corea del Sur estaba sobre un patito de goma flotando en la bañera mirándolos tranquilo.

Me acerqué y los separé al instante, agarré a todos, dejando a China en mi hombro y con ambas manos sujeté a los demás, caminando apresurada al salón. Los dejé en el sofá dónde los demás estaban sobre la mesa jugando entre todos a las espadas con mondadientes, excepto Perú, que estaba sentado llorando siendo golpeado en la cabeza con los palitos por Venezuela y Colombia.

Me acerqué y dejé a todos en el sofá, sentados en fila. Me sobé la sien.

—A ver... ¿Podríais por favor, aunque solo sean 5 minutos, no hacer ningún desastre? Habéis llegado, literalmente, hace una hora.— Los miré. —¿Por favor?— Todos se quedaron mirándome sin decir nada.

Suspiré. A veces pienso que no me entienden.

Miré a todos.

—Chicos ¿Dónde está ONU?— Todos miraron de reojo hasta el estadounidense, quien miraba de lado con los brazos cruzados. —USA cielo.— Me acerqué a él con una mueca en mi rostro, juraría que tenía un tick en el ojo. —¿Dónde está ONU?

Él solo me miró de reojo y cerró los ojos ignorándome. Apreté los dientes de la rabia. Fui a preguntar pero unos leves golpes se escucharon desde el pasillo.

Señalé a todos.

—No os movais de aquí.— Dije para regresar al pasillo y escuchar los golpes provenientes de la habitación continua a la mía. Abrí un poco y me asomé, bajando la mirada para toparme con ONU al pie de la puerta. —¿Pero qué haces aquí mi rey?— Estiró sus brazos hacia mi y no dudé en sujetarlo y llevarlo al pecho para que me diera un abrazo. —USA te encerró aquí ¿verdad?— Él se apartó para mirarme con el ceño fruncido y asentir. Caminé hacia el salón.

Como niños (Countryhumans y lectora) {ONU × lectora}Where stories live. Discover now