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Me encontraba en mi habitación tratando de estudiar un poco, pero los pequeños países solo hacían que pelear entre ellos. Más de una vez he ido a regañarlos y separarlos, pero por mucho que trate de hacerles razonar no hacen caso.

Apoyo mi cabeza en mis manos, frotando mi cara por el desespero al escuchar algún que otro grito, hasta que un pequeño llanto hace que me levante de la silla y ver que pasó.

—¿Qué pasó ahora?— Entré preocupada, viendo como Venezuela lloraba señalando al ucraniano. —¿Qué hiciste Ucrania?— Pregunté recogiendo al venezolano. Este frunció el ceño y se cruzó de brazos con la cabeza gacha, dejando caer la pintura a un lado, al parecer se pelearon por ella. —Ucrania, ¿no vas a decir nada?— Así como trataba de reñirlo me miró soltando algún que otro hipido sintiéndome mal por hacerle llorar. —Aii no mi vida, no llores.— Lo recogí ahora a él, ambos países llorando en mis brazos.

Quise ir a la habitación, pero tropecé al sentir como alguien jalaba mi pantalón. China tiraba de la tela mientras señalaba la cocina, justo el armario donde estaban las galletas.

—¿Eh? ¿Qué hora es?— Pregunté mirando ahora el reloj de pared, viendo que eran las seis de la tarde. —Está bien... Pero solo una.— Avisé, además así, tal vez, los dos países pararían de llorar.

Dejé a los países en el sofá, viendo como los dos al menos habían dejado de llorar, y les di un beso a cada uno, solucionando al fin los llantos. Giré para ver a Portugal que hacía una ángel de nieve con el confeti que creó, y me puse de cuclillas.

—No entiendo ese amor por el confeti.— Él se sentó mirándome y me sonrió, haciendo que soltara una risa.

Me levanté y fui a la cocina, observando así que la mayoría de countries me miraba por acercarme al armario donde guardaba las galletas. Así todos, hicieron una fila alzando sus manitas, y uno por uno fui entregando la galleta.

Una corriente de frío invadió mi cuerpo entero, dejando la caja sobre la encimera, y me asomé, viendo como la ventaba estaba abierta y Third Reich sobre la barandilla, donde URSS le tiraba pinturas.

Abrí los ojos ante la sorpresa y rápidamente les llamé la atención.

—¡URSS!— Grité, más él lanzó una pintura que le dio de lleno al alemán, cayendo así al vacío. Mi corazón dio un vuelco ante aquello y me asomé, viendo como el pequeño país aterrizó sobre un paraguas, ya que estaba comenzando a llover y había gente que pasaba por allí.

Aquella mujer fue en dirección al parque, por lo que di media vuelta, agarré el abrigo y salí del apartamento corriendo como alma que lleva el diablo. Salí del edificio y corrí hacia el parque, donde di vueltas tratando de encontrar a la mujer de paraguas violeta.

A lo lejos, vi como el paraguas se plegaba y la mujer entraba a una cafetería. Sin pensarlo fui corriendo, aunque más de una vez resbalé debido a la acera helada. Al llegar a dicha cafetería, entré sin más, importándome poco si estaba hecha un desastre debido a la lluvia.

Busqué con la mirada a la señora hasta que di con ella en una de las mesas. Me acerqué rápido y busqué a su alrededor, pasando después debajo de la mesa.

—¿Puedo ayudarte en algo querida?— Preguntó ella. Asomé la cabeza sobre la mesa y me quedé seria unos segundos.

—No...— Dije sin más para salir de la cafetería. Me abracé a mi misma por el frío, pensando dónde podría estar el pequeño Third Reich.

Como niños (Countryhumans y lectora) {ONU × lectora}Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora