Buena puntería

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Dylan

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Dylan

No fue hasta el lunes en la mañana que se dignó a hablar con sus dos amigos. Había preferido evitarlos todo el día del domingo; o bien lo reprendían por ni siquiera intentar volver a una vida normal o se compadecerían tanto de él que Dylan comenzaría a sentir que eso era lo único que emanaba: lástima. Nunca había un punto medio. 

Además, no podía seguir evitando a Baverly cuando le había prometido que pasaría por ella para ir a la escuela el primer día de clases. 

—Sé que el año anterior no fue muy bueno, pero este lo será. Lo empezaremos juntos y lo terminaremos juntos —le había prometido su amiga hacia un semana, cuando hablaban de todo lo que esperaban que sucediera en «los mejores años de su juventud». 

Él simplemente no pudo arruinarle la ilusión. Claro, esperaba que todo sucediera como ella decía, pero no estaba seguro si aquel realmente iba a ser un gran año escolar a como Baverly lo pintaba. 

Baverly justo bajaba las escaleras del porche cuando Dylan se estacionaba frente a la casa. Cuando su amiga estuvo finalmente dentro del auto, él pudo notar que le brillaban los ojos. Estaba realmente emocionada, pero algo le decía que no era por el simple hecho de que ese fuera su primer día de clases. 

—¿Debería preocuparme por esa mirada? —le preguntó mientras la miraba con suspicacia. 

—Por supuesto que no. Esta es mi cara de emoción —dijo mientras señalaba su rostro—. Esta es mi cara de picardía —y con eso volvió a cambiar su expresión. 

—Mm... no. No veo la diferencia —se burló de ella con tono serio, a pesar de que sí veía la diferencia. Conocía a Baverly desde hacía demasiado tiempo como para no diferenciar sus miradas. 

Ella rodó los ojos y comenzó a buscar algo entre su bolsa. Inmediatamente extendió lo que tenía en las manos frente al rostro de su amigo, con una gran sonrisa en el rostro. 

Era un disco de vinilo de Def Leppard. 

—¿Es para mí? —preguntó Dylan mientras lo tomaba con cautela, temiendo que su amiga le dijera que no, que no fuera ridículo. 

—¡Por supuesto que sí, tonto! —exclamó al tiempo que le extendía por completo el disco—. Se lo compré ayer a un chico que estaba por empeñarlos. Estaba esperando algún evento especial para dártelo, pero pienso que es un gran regalo de disculpas... Sé que lo de la fiesta fue difícil. No debí obligarte a ir en primer lugar. 

Dylan le dedicó una sonrisa despreocupada. 

—Obviamente voy a quedármelo —le dijo mientras lo colocaba con cuidado en la parte trasera, prometiendo que lo bajaría después—, pero no tienes que darme un regalo de disculpas. En parte creo que tienes razón. No puedo quedarme en mi habitación toda la vida lamentando que nada haya resultado como esperaba —se encogió de hombros, cuando él mismo se dio cuenta de algo en ese momento—. Mi vida no paró solo... tomó otro camino. 

The CrashWhere stories live. Discover now