Delincuente

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Kyle

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Kyle

Había llegado al parque de trailers solo un par de minutos después de ayudar al chico del auto lujoso. Se bajó del Jeep con una media sonrisa en su rostro mientras observaba el reloj entre sus dedos de la mano izquierda y la billetera de cuero oscuro en la derecha. 

El reloj no parecía muy costoso. Parecía más para un hombre mayor que para un crío como ese tal Dylan. Era de agujas y el marco era de color metal, pero en lugar de ser completamente plateado, las correas eran también de cuero negro. Sabía a simple vista que no sacaría mucho dinero por él, así que decidió quedárselo. Acababa de ponerlo en su muñeca cuando entró por la puerta de la casa de su madre, quien lo recibió con un fuerte abrazo. 

—Ya decía yo que nunca que vendrías a casa —le dijo su madre, soltando el olor a cigarro que emanaba de su aliento. 

—No exageres, aún es temprano —bromeó mientras escondía la billetera en su bolsillo y se iba a sentar al único sofá que tenían, junto con su madre—. ¿En dónde está Fender?

—Duerme en tu habitación —fue lo único que le dijo su madre, a lo cual Kyle solo asintió con la cabeza. 

Terminó por pasarle el brazo sobre los hombros, mientras que ella se recostaba en su único hijo. El cabello de su madre, negro y enmarañado, le hacía cosquillas en la barbilla, pero no hizo ademán de quitarlos. 

—¿Qué tal estuvo el trabajo? —le preguntó mientras se llevaba un cigarrillo a la boca. 

—Agotador —dijo sin mucho interés—. Los ricos del lado sur vienen de vez en cuando por los precios bajos, pero esperan que tengamos listos sus autos a los cinco minutos de haberlos llevado. Ya vez que tuvimos que trabajar toda la noche. 

—No te preocupes, cariño —su madre le dio un par de palmadas en la pierna, que sobresalían demasiado del sofá debido a su estatura—. Ya verás que todo terminará valiendo la pena. 

Dicho eso, su madre se levantó por fin del sofá. Le dio las buenas noches a su hijo y se fue a la cama. Él se quedó otro rato sentado, esperando a que el sueño se abriera paso mientras relajaba ligeramente el cuerpo. 

A pesar de que ya casi cumplía diecinueve, él era uno de los pocos chicos que no se habían mudado de casa todavía. ¿Pero cómo iba a hacerlo? Luego de la muerte de su padre unos años atrás, él debía cuidar de su madre, quien no lograba mantener un trabajo por más de unos meses debido a sus problemas de ansiedad. Perdía la paciencia muy rápido, lo que provocaba solo consecuencias negativas. 

¿Y la universidad? Eso era una historia un poco más larga. 

Sacó la billetera de su bolsillo y comenzó a inspeccionarla. Primero se fue a las cosas más pequeñas, como su identificación de estudiante, en donde estaba su fecha de nacimiento, su nombre completo y una fotografía. Se fijó primero en la fotografía, en donde lograba ver mejor al chico a como lo había hecho en la oscuridad de la noche. 

The CrashWhere stories live. Discover now