Vinilo

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Kyle 

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Kyle 

Kyle había ido al lado norte solo por el hecho que ahí conseguía un mejor trato en la casa de empeño que en la del lado sur. Las personas con dinero estaban dispuestas a pagar un poco extra por más sencillas que fueran las cosas, solo porque podían. 

Incluso había llevado a Fender, para tener alguien conocido en el pueblo y tener alguien con quien hablar. Se escuchaba triste, pero él ya estaba acostumbrado. Además, ¿qué mejor compañía que la de tu mejor amigo canino? Bueno... tu mejor amigo y punto. 

No había ido con mucho, solo con algunos CD's, un par de libros en buen estado que sabía que no volvería a leer y, aunque no estaba muy seguro, se había decidido en sacar un par de discos de vinilo. Las cajas ya estaban algo desgastadas y era música que no escuchaba muy seguido, así que no le dolió tanto retirarlos de su colección. De igual forma, quizá algún día podría comprarse unos nuevos. 

Le había ido relativamente bien, incluso logró vender le disco de vinilo de Def Leppard él mismo a una chica que iba pasando casualmente por la acera en su camino a la tienda de empeño. 

—¿Vienes a empeñarlos? —le preguntó la chica cuando pasaron uno al lado del otro. 

Inmediatamente llamó la atención de Kyle. Iba vestida con una camiseta de una banda de punk, una falda negra y desgastada en las orillas más unos Converse clásicos. Kyle no se fijaba mucho en la ropa que vestían las chicas, pero el estilo de aquella le había recordado a la moda de la década de los 2000's. Una época en donde le punk reinaba ante todo lo demás. 

O al menos eso quería creer él. 

El cabello de la chica era rubio, rizado y corto y sus ojos eran de un azul brillante. 

—De hecho, sí ¿te interesa? 

La chica sonrió y fue a tomar los discos que le ofrecía. Cuando se decidió por el de Def Leppard hicieron un bien trato. Consiguió treinta dólares por él. No era mucho, pero ya iba más cerca de cumplir su deuda. 

Cuando terminaron de hacer el trato, la chica inmediatamente se fijó en su perro. 

—Supongo que este es tuyo —dijo mientras se acuclillaba frente a Fender, con intención de acariciarlo, pero el perro gruñó suavemente. No como amenaza, sino más bien con desconfianza. 

Eso era algo que Kyle le había enseñado a hacer, pero sin saber cómo. Aunque lo cierto era que Fender de seguro había terminado por aprenderlo solo. 

Kyle rio cuando la chica apartó su mano lentamente. 

—Esta bien, ven —le dijo a la chica extendiéndole la mano. Ella la tomó con un poco de desconfianza. Kyle acercó ambas manos para que el perro la olfateara e inmediatamente, Fender se volvió de un defensor de su dueño a todo besos y abrazos con una extraña. 

The CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora