Capítulo 16. Recuerdos con Sabor a Julio Jaramillo.

86 11 6
                                    

¿Saben? Me he rendido con la idea de ser feliz, de que todo estará bien, estoy tan jodida que dudo que pueda ser genuinamente feliz y decir que todo por lo que pasé se queda en el pasado.

Aún así quiero comprar cinco centavos de felicidad.

¿Han escuchado la canción de Julio Jaramillo titulada "cinco centavitos"? Si no la han escuchado pues se las dejo en multimedia.

Recuerdo que poco después de que falleciera mi abuela me encontraba con un amigo en una taquería; llegó entonces un músico para ambientar el lugar y se le ocurrió cantar "5 centavitos".

"Quiero comprarle a la vida cinco centavos de felicidad" recuerdo que le dije a mi amigo sin dejar de ver al músico.

"¿A que te refieres?" Me cuestionó.

"¿Le has puesto atención a la letra de esta canción?" Le pregunte sin responder a su pregunta.

"Ni siquiera la había escuchado antes, ¿Quién la canta?" Preguntó sin entender muy bien a dónde quería llegar.

Voltee a verlo y me le quedé viendo mientras la canción llegaba a su fin. "Julio Jaramillo" respondí en un susurro mientras mis lagrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas.

Él solo me abrazó sin saber lo que me pasaba. Luego le dije que esa era la canción favorita de mi abuela.

Quiero comprarle a la vida cinco centavos de felicidad sabiendo que nunca seré plenamente feliz.
La canción se refiere a que él quiere felicidad equivalente a cinco centavos, ¿Qué puedes comprar con cinco centavos? Nada. por lo tanto quiere decir que a él no le importa tener una felicidad eterna, solo quiere unos minutos o hasta segundos de felicidad para tener de nuevo a su amor entre sus brazos. Como el volver a tener a su amor es mas importante que su vida, no importa que después de ese efímero momento de felicidad todo se derrumbe, no importa lo que pase, no le importa el precio que deba pagar por esos cinco centavos, simplemente quiere esa felicidad, disfrutar ese momento de abrazar y besar a su amor por ultima vez.

Yo también quiero comprarle a la vida cinco centavos de felicidad, para poder volver a tener a mi abuela de nuevo. No la vi en sus últimos momentos. Quería decirle tantas cosas, quería abrazarla una ultima vez, quería un último consejo, un último paseo, que me llamara por mi nombre una ultima vez, un último regaño, una ultima discusión con ella, una ultima charla en la cocina, una ultima historia de su época; lo que fuera aunque fuera por una ultima vez. Murió de una forma imprevista, murió sin merecerlo, sin aviso alguno. Murió por una estúpida medicina mal recetada y me ganó en morir. Se suponía que yo moriría antes, no ella.

Maldita sea, ya estoy llorando de nuevo.

Mi abuelo llora cada vez que escucha a Julio Jaramillo, lo sé, me doy cuenta aunque no vea las lagrimas caer. Mis abuelos amaban las canciones de ese cantante de Ecuador amante de los boleros mexicanos. Que ironía que lo que compartes con la persona amada se vuelva una tortura cuando se ha ido.

Creo que soy una mierda de persona, cuando por teléfono me dijo mi madre entre sollozos que mi abuelita había muerto algo dentro de mi se rompió un poco mas de lo que ya estaba. Mis lagrimas comenzaron a brotar sin poder detenerme, ni siquiera era consiente de que lloraba. Estaba sola en casa, por instinto colgué no sin antes escuchar a mi madre decir que no cometiera una tontería, no hice caso, pensaba solo en que la simple idea de que estuviera muerta se me hacia imposible; me dejé caer en el suelo ahogando mis gritos entre tanto llanto. No se por cuanto tiempo estuve así, no se qué hice o dije, pero estaba enloqueciendo. Ni siquiera me di cuenta del momento en el que me puse de pie y subí a mi habitación; porque cuando reaccioné me encontraba sentada en el piso con navaja en mano y unas cuantas cortadas profundas en mi antebrazo mientras la sangre caía al suelo lentamente, gota por gota.
Me congelé por unos segundos procesando lo que estaba haciendo y sin tenerlo muy claro continúe llorando mientras lentamente volvía a pasar la navaja con mucha fuerza sobre mi piel. Pasaba la navaja con furia y desesperación sin dejar de llorar y gritar. Necesitaba controlarme, la noticia me descontroló y al cortarme me sentía un poco mejor, saqué mi enojo de esa forma tan horrible.
No sé cuánto tiempo estuve así, solo sé que cuando me cansé de todo y solté la navaja ambos antebrazos hasta las muñecas estaban completamente ensangrentados, claro que no tuve las agallas para cortarme las venas en ese momento; mi parte consiente -aunque era mínima- me hizo saber que si me mataba en ese momento mi madre quedaría peor que desbastada al igual que mi abuelo y mi hermana. Ganas no me faltaban, simplemente no me lo permití y reafirmé mi decisión al ver mis brazos. Por lo que el mayor daño que me pude causar fue cortar profundamente mi piel. Recuerdo haber visto mis brazos con sangre fresca todavía deslizándose hasta llegar al piso donde ahora charquitos del líquido viscoso residían.

Verdades Ocultas. (Hidden Truths)Where stories live. Discover now