CAPÍTULO TRECE

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Antes de comenzar, quiero darles las gracias a todos. Me pone muy feliz que estén leyendo y disfrutando esta historia. Son los mejores. Desde el próximo capítulo me iré poniendo al día con las dedicatorias. Por ahora, dedico este capítulo a Annie Mercado. 

Gracias por tu dibujo, Annie. 

Un abrazo a todos <3

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14 de septiembre de 1996, Santiago.

 Zacarías caminaba a su lado con la cabeza gacha y en silencio. Ambas cosas eran raras viniendo de él. Hasta podían considerarse preocupantes. Era obvio que estaba así por Lear, por lo que este había dicho sobre lo que ambos podían hacer. A diferencia suya, lo que podía hacer era notorio e incluso peligroso. Con mucha dificultad y paciencia, había logrado que el niño confiara lo suficiente en él para mostrarle sin miedo lo que podía hacer, pero en los inicios todo había sido muy problemático. Un par de cortinas incendiándose, quemaduras leves en los dedos y un asado donde la lumbre se había transformado en altas llamas de un segundo a otro... Estas eran solo un puñado de anécdotas que Ezequiel recordaba de los peores años. 

Por fortuna, él comprendió muy pronto lo que estaba pasando. Había sido gracias a esto que pudo explicárselo al niño, que tampoco entendía lo que pasaba. Zacarías tenía siete en ese entonces; él tenía nueve. Juntos fueron averiguando paso a paso la forma de controlar lo que sucedía, aunque todavía habían momentos donde Ezequiel podía percibir el peligro como un chasquido en el aire. Lo importante era evitarle a su hermano cualquier situación que lo alterara demasiado. Por eso no dejaba que su padre lo retara o castigara, y estaba atento para impedir cualquier pelea o agresión en el colegio. No quería que sufriera, pero su temor a que Zacarías se dejara llevar por la ira era una sensación aún peor. 

Debido a todo eso, quizás lo mejor, pensó, sería no visitar más a Lear. 

—No vamos a ir más a ese edificio, Zacarías —murmuró. Cuando su hermano se giró para mirarlo, hizo un esfuerzo para sonreírle—. Aunque él haya dicho que no le va a decir a nadie...

—Pero yo quiero ir... Y tú también. 

Ezequiel se detuvo tras agarrar al niño por el brazo. Solo les faltaban un par de cuadras para llegar a la casa. El sol ya comenzaba esconderse en el oeste, a la izquierda del cerro de Renca con su cruz en la cima. 

—Pero él sabe lo que tú y yo podemos hacer. ¿No te da miedo?

Zacarías se encogió de hombros. 

—No tengo miedo contigo. ¿Tú tienes miedo?

—Sí —respondió Ezequiel sin tener que meditar siquiera en la pregunta. 

Su hermano se rascó la nariz y luego tiró de su polera amarilla con estampado de las Tortugas Ninja. 

—En las historias los niños siempre tienen miedo, ¿o no?

—Sí, todo el tiempo. 

—Hasta el Chispas. 

Ezequiel sonrió. El Chispas, personaje favorito del niño de los que él había creado, no era precisamente un niño. Pero como estaba basado en el propio Zacarías, le pareció que tenía todo el sentido que este recurriera a su recuerdo para sentirse más valiente. 

—Sí, hasta él tiene miedo muchas veces. Tiene miedo, pero no se rinde. 

Su hermano sonrió. 

—Muy bien. ¿Cuándo vamos de nuevo a ver a Lear?

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Santiago del Nuevo Extremo (Trilogía de la APA II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora