CAPÍTULO VEINTIDÓS

262 40 239
                                    


17 de septiembre de 1973, Santiago.


—Flaca. Volvió. 

A las palabras de Polillas les siguió un silencio tenso, de respiración contenida. Julieta miró a su amiga, pero al no recibir de esta ningún gesto en respuesta, se giró hacia Librero. El hombre parecía tan sorprendido como ella, la diferencia es que en vez de quedarse inmóvil, hizo el ademán de levantarse. Justo cuando sus rodillas huesudas crujían por el esfuerzo, sendos golpes resonaron en la puerta de entrada. Fueron hechos con premura y brusquedad, motivo por el que los escucharon sin problemas incluso en el ático. 

Luego de la llamada a la puerta, todo el Nido pareció remecerse. Una seguidilla de pasos, correrías, voces alteradas. Todo eso hasta que alguien abrió la puerta y el caos fue mayor. Para cuando Julieta volvió a poner atención en lo que le rodeaba, tanto Librero como Polilla estaban de pie. La sonrisa de esta última había desaparecido. Cuando miro a Julieta, la niña notó que lucía asustada. 

—Lo mejor es que bajemos —dijo Librero antes de acercarse a la trampilla. 

Ambas lo siguieron, Julieta aún con el libro en la mano. No vieron a nadie en el siguiente piso, y cuando bajaron la escalera hasta el primero se quedaron detenidos a media escalera debido a un grupo conformado por Morena, Mosco, Mechas, Lenteja y Punto. Eso los detuvo a Librero y Julieta, pero casi de inmediato Polilla se escurrió entre todos para llegar la puerta de entrada, donde otro grupo estaba reunido. 

—¡Flaca, Flaca! —la escuchó exclamar Julieta, mientras intentaba ver a través de la baranda de la escalera algo de lo que pasaba abajo. Alcanzó a ver la cabeza de Matrona y la espalda de Quiltro antes de que su amiga volviera a hablar—. ¿Qué le pasa?

—Se desmayó —dijo la voz de Capitán. En apariencia estaba igual de calmado que siempre, pero incluso Julieta detectó algo de su temor. 

—Hay que llevarla a su pieza... —sugirió otro adulto. Pitilla o Panza, seguramente. 

—No, llévenla a la mía. 

Matrona habló y todo se puso en movimiento otra vez. Entre Quiltro y Capitán tomaron en brazos a Flaca, a quien Julieta ni siquiera podía vislumbrar todavía, para avanzar con ella por el pasillo hasta el final de la casa. Los seguían de cerca todos los habitantes del Nido, incluidos los que se encontraban en la escalera. Polilla, por su parte, había tomado la mano de la joven desmayada; nadie le dijo que la soltara o que se quitara de en medio. Julieta, que se había quedado en su puesto en la escalera, la siguió con la mirada. No pudo verle bien la expresión, ya que la tapaba a medias la visera del gorro, tal como las facciones de Flaca estaban ocultas por el pelo tan oscuro como el de su hermano. 

Antes de que desaparecieran más allá del pasillo, Polilla se inclinó hasta que su boca quedó a la altura de la oreja izquierda de la joven y le susurró algo. Julieta no pudo escuchar qué, y pronto Matrona, Quiltro, Capitán, su amiga y Flaca entraron a la habitación de la mujer, cuya puerta dejaron entreabierta. El resto se apiñó en torno al umbral, susurrando preocupados. 

Julieta, tras unos segundos, se sentó en un escalón. Miró la copia de La Historia Interminable que aún sostenía, preguntándose por qué últimamente todo daba giros tan inesperados. Y también se preguntó, indecisa aunque la idea no pasó de la mente a su boca, cómo es que Polilla había sabido de la llegada de Flaca antes de que esta golpeara. Cómo había sabido de su propia llegada de Capitán unos días atrás. ¿Quién le había dicho de su propia llegada al Parque Los Reyes cuando todo había comenzado? 




*************************************************

Santiago del Nuevo Extremo (Trilogía de la APA II)Where stories live. Discover now