CXIII Declaración

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Permanecemos viéndonos por varios segundos y comprendo el silencio que él buscaba. Pese al ruido de las labores portuarias que persisten a mi alrededor, sólo soy capaz de escuchar el latir de mi corazón, cada vez más rápido.

—¿Quién eres? —pregunta con el ceño fruncido.

Por un momento me lleno de terror, luego recuerdo que ando de incógnito.

Quitándome la capucha dejo libre mi cabello rubio y disfruto su expresión de sorpresa. Ya no aguanto más las ganas de abrazarlo y avanzo hasta los tablones que hacen de puente entre el muelle y el barco.

—¡Ni se te ocurra venir aquí!

Su grito me sobresalta y paraliza. No me aguanto las lágrimas de alegría por volver a verlo por fin y él parece enojado.

—¿Qué quieres? Estoy ocupado.

Ni siquiera me ha dicho hola y ahora se ha puesto a acomodar unas cajas en la cubierta, sin dignarse a mirarme.

Es obvio que se sorprendió porque lo encontré y está a la defensiva, a mí no me engaña con su indiferencia.

—Hace tiempo que no hablábamos y hay muchas cosas que tengo que decirte —le comento, fingiendo indiferencia también.

Me mira de reojo, creo que he captado su atención.

—Habla rápido, no tengo tiempo para perderlo contigo.

Sus palabras son como espinas que se clavan en mi pecho, pero me hago la fuerte, manteniéndome firme.

—Me reconcilié con Dick —le digo y estoy segura de oírlo bufar—. Es muy bueno besando —agrego con sorna y obtengo la reacción que esperaba.

La caja que levantaba se le cae y parece nervioso.

—¡¿Y por qué mierda crees que me importaría saber las cochinadas que haces con Grayson?! —grita furioso, aferrando la baranda de la cubierta.

—Porque así pude entender mis sentimientos.

******

—Quiero que me hagas olvidar el beso de Roy —le pido a Dick, sintiendo que mis manos tiemblan.

Él me mira confundido y luego me sonríe.

—No creo que yo sea el indicado para hacer eso —asegura, pasándose una mano por el cabello.

—¿Qué quieres decir?

Ya no le gusto, debe ser eso.

Acaricia mi mejilla y sus ojos se ven cargados de tristeza y resignación. Es una caricia de consuelo, yo ya no le gusto.

—Isabel, preciosa ¿Cuántos novios has tenido?

¡Ay no! ¡Quiero que la tierra me trague!

—Sé sincera, no hay nada de qué avergonzarse, confía en mí.

—Yo... Descontando a Lavoisier y a Newton, pues... ninguno.

Intento reír y debo verme muy patética.

No me avergüenza no haber tenido novios, sino hablar de este tema con él, luego de pedirle que me besara.

¿Pensará que estoy desesperada o algo así?

Él sonríe con ternura y quiero darme un cabezazo en la pared.

—Eso explica todo.

—¿Explica qué? ¿Qué quieres decir?

Sobre tus alas [Jason Todd]Where stories live. Discover now