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Estaba corriendo, sí. Huyendo de algo... ¿qué? Todo era tan confuso, la oscuridad dominaba el espacio impidiéndole ver sus pasos, estuvo por caer en varias ocasiones. De pronto una luna llena se dibujo en el cielo, su brillo lo cubrió todo; aullidos de lobos y el graznidos de cuervos se escucharon a medida que esta se iba tiñendo de un color rojo sangre.
Lan Zhan sintió el corazón acelerado cuando brillantes ojos siguieron cada uno de sus pasos mientras corría. Una presencia mucho más oscura y aterradora se hizo presente; sofocándolo, ahogándolo dentro de aquella perversidad que destilaba todo su ser. Un enorme peligro lo asechaba, haciendo que sus piernas tuvieran un ligero titubeo que casi lo llevo de cara al suelo.
Una risa burlona se escucho, ante aquella risa todo quedo en silencio. Cada ruido se detuvo de improvisto al igual que su cuerpo paralizado de miedo. Dedos con filosas garras aparecieron a cada lado de su rostro, sujetándolo de las mejillas.
—Pero que es lo que veo... —se regocijo la voz con diversión, susurrando al oído—. Un pequeño conejito perdido e indefenso.
De golpe su rostro fue inclinado hacia arriba, conectando sus ojos con los del oscuro ser. Rojos brillantes. Una sonrisa de lado.
—Por fin te encontré, pequeño —se acercó hasta dejar sus labios a solo una pulgada de distancia—. ¿Me extrañaste? —preguntó con una enorme sonrisa.
Sin aliento y con un sonrojo pronunciado cubriéndole gran parte del rostro. Lan Zhan le miro casi sin parpadear.
—Wei Ying... —jadeó.
El demonio sonrió revelando sus largos colmillos con los cual no dudo en morder el labio inferior del humano, tirando levemente de el para luego con su lengua mitigar el dolor. Aprovechándose del suspiro de este, su lengua penetro dentro de aquella pequeña boca, probando el dulce sabor de los labios ajenos. Se separaron, el demonio orgulloso de si mismo al ver el rostro del otro.
—Lan Zhan, mi dulce Lan Zhan. Espero verte pronto... —susurró al oído de Lan Zhan. Le acaricio los pómulos con cariño mientras el chico le miraba desorientado, con la mirada perdida y el rostro completamente enrojecido.
En un parpadeo un humo negro envolvió al demonio, el cual desapareció en un segundo.
Lan Wangji despertó en su cama, con los rayos del sol colándose por la ventana abierta junto con ello también se escuchaba el cantar de las aves y el movimiento de los jóvenes cultivadores que ya comenzaban a despertar. Se llevo una mano al rostro, ocultando la mirada mientras luchaba por normalizar su respiración acelerada y detener el temblor que se había apoderado de su cuerpo.
