Resumen: Lan Zhan esperaba pasar una mañana tranquila en la biblioteca de GusuLan, pero Wei Ying tenia en mente unos planes mucho más divertidos.
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One-Shot.
Los jóvenes discípulos de la secta GusuLan pausaron sus tareas para mirar a la elegante figura que pasaba frente a ellos con admiración, casi como si fuera un ser celestial quien caminara por aquellos pasillos, algunos lo saludaron con un corta reverencia y los más valientes incluso lo llamaron por su título. HanGuang-Jun. Con sus túnicas blancas de la secta, que lo identificaba como un discípulo mayor, pulcramente colocadas, la cinta en su frente alineada perfectamente y su largo cabello recogido en una coleta alta. Su rostro no mostraba ninguna expresión más allá de su característica seriedad.
En su recorrido, pasó cerca del área donde se mantenían los conejos, decidiendo hacer una pequeña visita a sus queridas mascotas. Cientos de conejos vivían allí amontonados, saltando jugando entre ellos, pero al verlo todos corrieron hacia él, amontonándose frente a sus piernas y saltando sobre sus patas traseras intentando llamar su atención. Lan Wangji se agacho, agarrando uno de los conejitos, brindándole un par de caricias antes de dejarlo de nuevo y seguir en su camino a la biblioteca.
Una vez dentro, cerrando la puerta tras su espalda, fue rodeado por el silencio; el olor de los libros viejos, la tinta y el papel. Suspiro ante la serenidad que se respiraba, por fin sintiendo toda la tensión del día abandonar su cuerpo. Varios minutos después, se encontraba sentado frente a una de las mesas, con una fila de papel a un lado y una piedra de tinta al otro. Recogiendo el borde de su manga, comenzó a escribir las reglas de las secta con fluidez y sin pausa, se las sabía todas de memoria y en ocasiones, cuando tenía demasiadas cosas en la cabeza, gustaba de escribirla para serenar su mente.
El viento sopló a través de la ventana abierta, el canto de las aves y los casi silenciosos sonidos de la secta, trajeron paz a su cuerpo. Lo peor ya había terminado y ahora las cosas poco a poco iban tomando su rumbo.
Estuvo así por lo menos un par de horas, hasta que noto que algo faltaba allí. Demasiado silencio, demasiada tranquilidad. ¿Dónde se encontraba aquel revoltoso conejo que siempre llenaba movimiento a su vida? ¿Dónde estaba Wei Ying? Pensó, deteniendo las pinceladas sobre la hoja.
Casi como si hubiese sido invocado por sus pensamientos, un sonido vino de la ventana, seguido de dos pies golpeando el piso dentro de la biblioteca y una serie de pasos acercándose a él. Solo una persona sería lo suficientemente desvergonzada para entrar de esa forma. Ni quiera dio una mirada en su dirección, ya sabía de quién se trataba, en su lugar reanudo las pinceladas en el papel.
"Sizhui es igual de aburrido que tú..." se quejó el recién llegado nada más se sentó frente a él. "¿Puedes creer que no me dejó traer una botella de la sonrisa del emperador, porque..."
