Capítulo 4

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Villanelle lleva veinticuatro horas estudiando a Linder y decidiendo cómo matarlo. Ella está comenzando a comprender su objetivo, a pesar del matorral de desinformación con el que se ha rodeado. Todas las entrevistas que ha dado propagan las mismas ficciones. Los humildes comienzos, la ferviente identificación con los ideales clásicos del valor y el deber, la filosofía política autodidacta, la identificación apasionada con la "verdadera" Europa. Esta mitología ha sido hábilmente desarrollada con  detalles inventados y anécdotas.

La obsesión de la infancia de Linder con Leónidas, el rey espartano que murió enfrentando probabilidades abrumadoras en las Termópilas. La superación del bullying que sufrió en la escuela, y de cómo los enfrentó con los puños. La persecución que sufrió por sus creencias políticas por parte de intelectuales de izquierda, por su orientación sexual por parte de conservadores homófobos y fanáticos religiosos.

De hecho, como señala un memorando adjunto a su archivo de manera desapasionada, Linder proviene de un entorno liberal acomodado y es un actor fallido que recurrió a la política fascista como una salida para sus tendencias racistas y misóginas extremas.

—Buena suerte.—dice Anton, tendiéndole la mano.—Y buena caza.

—Gracias. Te veré cuando termine.

Como siempre, ahora que ella está en juego, Villanelle está serena. Hay una sensación de que las cosas caen en su lugar, como impulsadas por la gravedad. Todo lo que conduce a la muerte, ese momento de poder absoluto. El éxtasis oscuro que fluye en cada vestigio de ella, llenándola y poseyéndola por completo.

En su oficina, con su lista de pedidos en el escritorio frente a él, Anton observa cómo Villanelle espera en la plataforma, ve una pequeña figura contra el cielo gris-magullado. El helicóptero se materializa, aterriza por un momento y se ha ido, alejándose en el viento, él lo mira fijamente. Todavía puede sentir la huella de su mano en la suya, y de un cajón del escritorio toma una pequeña botella de gel desinfectante. Dios sabe dónde han estado sus dedos.

Está lloviendo cuando Eve y Lance cruzan la Piazza San Marco en Venecia. Eve lleva una bolsa de plástico de Sainsbury's con el brazalete Van Diest y un paquete dentro. Los adoquines brillan en la luz acuosa. Las palomas suben y bajan en bandadas deslucidas.

—Parece que hemos traído el clima con nosotros— dice Lance.—¿Cómo estuvo tu desayuno?.

—Bien. Un montón de café fuerte con pan y mermelada de albaricoque. ¿El tuyo?.

—Igual.

Eve nunca antes había estado en Venecia y salió del hotel a las 7 am para explorar. Lo encontró hermoso pero melancólico. La vasta plaza bañada por la lluvia, el viento agitaba la extensión de la laguna, las olas golpeaban los muelles de piedra.

Entre Balenciaga y Missoni, la boutique Van Diest está en la planta baja de una antigua residencia ducal. Es un espacio elegantemente decorado, con alfombras color gris paloma, paredes revestidas en seda de marfil  y estuches de joyería con tapas de vidrio iluminados por discretos focos. Eve ha hecho un esfuerzo con su ropa y cabello, pero de pronto se siente cohibida ante la mirada inexpresiva de los asistentes. La presencia de Lance no ayuda, él está vestido con una horrible ropa casual y, digamos que su aspecto no ayuda mucho. Está mirando con la boca abierta todo, está impresionado por el oro y las joyas que se encuentran allí. Nunca más, se dice Eve. El hombre que la acompaña es una responsabilidad total. Al acercarse a uno de los asistentes, ella pide hablar con el director y, una mujer elegante de mediana edad se materializa frente a ella.

Buongiorno, signora, ¿cómo puedo ayudarla?.

—Este brazalete—dice Eve, sacándolo de la bolsa—,¿es posible saber si fue adquirido en esta tienda?.

𝟐- 𝐊𝐢𝐥𝐥𝐢𝐧𝐠 𝐄𝐯𝐞: 𝑁𝑜 𝑇𝑜𝑚𝑜𝑟𝑟𝑜𝑤. Where stories live. Discover now