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Ethan

Se suponía que teníamos acceso al ordenador de las contraseñas, además de a las cámaras, pero algo no funcionaba. Tecleé a toda velocidad, mientras Alay subía las escaleras hacia la caja fuerte. No quería decirle que algo iba mal, porque tenía que funcionar. ¡Habíamos hecho pruebas!

Pero ahora el sistema daba una excepción que me indicaba que las malditas credenciales estaban caducadas. No era solo que no pudiera entrar al ordenador, es que tampoco podía obtener la contraseña de la caja fuerte. Y, sin eso, obviamente no había dinero. Había conseguido la anterior antes de que el ordenador me echase, pero debía haber cambiado ya.

¡Maldita fuera!

―El... go... Ethan ―oí a Alay, entrecortado para colmo.

Golpeé la mesa metálica de la furgoneta con la mano abierta. ¿Acaso iba a ir mal todo? Sabía que el Millerfort Palace no era buena idea. Era demasiado grande para nosotros. El jefe me insistió y yo traté de explicarle que la máquina no funcionaba, aunque suponía que me oía tan mal como yo a él.

Teníamos que sacarlo de ahí. O acabaríamos todos en la mierda. Me puse de pie mientras le pedía que me esperase y llamaba a Darikson. Teníamos que salir todos. Ya lo intentaríamos de nuevo con algo más pequeño...

―¿Qué pasa, Ethan? ―me preguntó Jade.

Busqué su cámara para ver que estaba en el bar. No debía haber hecho ni caso a Alay cuando le dijo que se fuera.

―Es la máquina que genera los códigos, no puedo acceder a ella desde aquí. Tenemos que retirarnos...

―Yo me encargo ―me dijo, poniéndose de pie.

La miré mientras se movía por el casino. Casi me pareció que la gente se apartaba a su paso y, por primera vez, vi lo que Alay había visto en ella. Sin duda, sería una buena incorporación en nuestro grupo y el título de «princesa» le quedaba perfecto. Candy había llevado a sus esclavos, pero casi me pareció que ella podría hacer que todos los humanos de ese lugar se arrodillasen a sus pies.

―¿Qué vas a hacer? ―pregunté en un susurro.

―Coger el sobre ―respondió en el mismo tono―. Tú búscame un camino para llevárselo a Alay.

Miré todas las cámaras ante mí, sin creerme lo que estaba sugiriendo. ¿Hablaba en serio? Sí que lo hacía, hostia puta. Se metió en el ascensor y pulsó el botón de la planta de la sala de control. Iba a coger el sobre ella misma.

―Tenemos unos diez minutos para entrar ―les dije, mientras la princesa entraba en la sala de control.

Hasta yo quise arrodillarme ante ella y sus santos cojones.

-o-o-o-

Yaser

Siendo sincero, no estaba vigilando tanto como debía, porque no podía quitar la vista del vestido azul de Jade. Estaba increíble. Sin lugar a dudas, la mujer más preciosa del sitio. Era posible que hubiera hecho zoom en ella varias veces y que hubiera pasado un poco del escándalo que había montado una loca en una de las mesas.

Sin embargo, cuando Bill Millerfort llegó a la sala de control, fingí una concentración absoluta y empecé a dar órdenes más precisas, aunque no pude quitar la vista de reojo de Jade.

―No es para ti ―me dijo su padre, tras unos minutos de vigilarme en silencio.

Nunca había llevado muy bien lo de que me intimidasen, así que podía haber optado por fingir que no sabía que me hablaba de su hija, pero no lo hice. Me giré en la silla de escritorio para enfrentarme a sus ojos azules. Eran demasiado parecidos a los de Jade como para que lograra sentirme del todo a gusto.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now