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Jade

Comprobé que el baño estaba vacío antes de mirar el cacharrito de marras. Tenía una llamada de un número que no estaba guardado. El mensaje era para decirme que ese número me había llamado. De hecho, el teléfono no tenía ningún número guardado, ni nada más. Era muy simple, viejo, sin teclas táctiles ni aplicaciones. La pantalla era en blanco y negro y prácticamente solo cabían los números en ella.

Marqué aquel número de nuevo. Estaba claro que no era cualquiera, debía ser cosa de Bob. Tardó un par de tonos en responder. Ya le valía, después de la que me había liado.

―Di... ―empezó, pero no le dejé decir más.

―¿De qué mierda vas, Bob? ¿Sabes lo raro que ha sido todo? ¿Puedes actuar con normalidad? Se supone que era el plan.

―¿Actuar con normalidad es desaparecer? ―La voz burlona al otro lado no era la de Bob, si no la de Alay.

Sentí que me sonrojaba completamente y agradecí que no pudiera verme la cara. Espera, ¿no podía? ¿Cómo sabía dónde estaba? Miré alrededor, como si pudiera estar allí y no haberle visto.

―¿Me estás espiando? ―pregunté cabreada.

―Claro que no, Jade. No sabía nada de ti, estaba preocupado, solo eso...

―Ya, por supuesto ―resoplé―. Mira, llevabas razón, eso no es lo mío. No quiero hacerlo. Buscaré otra forma de rebelarme ―murmuré, más tranquila.

―Te estás equivocando, Jade.

―Si quieres tu móvil puedes recuperarlo de la papelera del restaurante. Pregúntale a Bob dónde es...

―Está bien, si es lo que quieres... Mañana a primera hora me cambiaré de hotel. No volveremos a vernos, supongo. Piensa bien si quieres salir, porque no volverás a entrar.

No tuve claro si estaba cabreado o frustrado, pero de verdad no parecía ir a discutir más conmigo.

―Lo siento, no creo que yo esté hecha para eso... ―reconocí―. Espero que tengas suerte.

―Ya veremos ―murmuró sin ánimos.

Pero ¿qué iba a hacerle? Por mucho que quisiera fastidiar a mi padre, no podía hacerlo, seguía siendo mi padre. Me quería, aunque fuera incapaz de reconocerlo o agradecerme todo lo que hacía por él. Ya se daría cuenta...

Tiré el móvil a la papelera y salí de allí. Sería mejor volver a mi cita y seguir con mi vida normal. Tampoco me había ido tan mal, ¿no? ¿Qué más daba no tener reconocimiento, ni amor, ni nada propio...?

Iba a echar mucho de menos a Alay y el riesgo a su lado, pero esto era lo mejor. Lo más adulto. Lo más sano y seguro... ¿No?

-o-o-o-

Alay

Lancé el móvil contra la pared con todas mis fuerzas y luego me dejé caer en la cama, cubriéndome la cara con las manos. Quería gritar, pero me contuve con dificultad. ¿Cómo había pasado? La tenía y se me escurrió entre los dedos, joder.

La puerta de la habitación se abrió con suavidad, pero no me moví de allí. Si lo hacía, seguramente acabase gritando de verdad. No podía creérmelo. Me lo había jugado todo a la carta que podía darme Jade. Y había perdido.

El colchón se hundió ligeramente y el olor dulzón de Candy inundó mis fosas nasales. Lo último que me apetecía era soportarla en ese momento.

―Te advertí, Alay... ―murmuró, acariciándome el pelo con suavidad.

―Ahora no tengo ganas de hablar, Candy ―aseguré.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now