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Jade

―Devuélveme mi reloj ―ordené, tendiendo la mano hacia el ladronzuelo de la setecientos trece.

¡Yo pensando que me había descubierto y él solo buscaba una excusa para robarme! Me dirigió una sonrisa espléndida y blanquísima, que contrastó con su rostro bronceado.

Menudo idiota. Y más tonta había sido yo por haberme quedado sentada en ese bar, fantaseando con algo más. Una historia como la de Will, Lorcan, el idiota de Peter o incluso la de Ariadna. Una idiota desesperada, eso era yo. Pero ¡qué bonito sonaba lo del desconocido que se te acerca en el bar y te propone...! Bueno, quizá un robo no, habría estado mejor empezar con una copa.

―Has tardado... ―Miró la hora en mi reloj, con todo el descaro del mundo―. Dos horas en darte cuenta. ―Chasqueó la lengua con desaprobación.

Yo no bajé la mano, que seguía puesta como una bandeja para que me devolviera el reloj. En realidad, el cacharro me daba igual, y me había dado cuenta solo cinco minutos después de que se fuera, pero era algo moral. No podía dejar que me robasen en la cara y que se saliera con la suya.

―No sé cuánto tiempo he tardado ―le dije, porque no hizo intento de devolvérmelo―. No tengo reloj.

Sonrió de nuevo, de medio lado. La verdad es que no podía negarle que era muy guapo. Un atractivo y peligroso ladrón de guante blanco del que era mejor alejarme. No fuera a ser que me robase otra cosa y acabase siendo tan malo como parecía...

―No tiene inscripción ―me dijo, dándole la vuelta entre sus dedos largos y finos. Yo seguí el movimiento idiotizada por su mano varonil y habilidosa―. Es caro, pero tampoco tanto como tus pendientes, por ejemplo. Así que dudo que tenga valor económico, ni sentimental para ti. ¿No será que has tardado dos horas porque estabas pensando si aceptar mi propuesta?

Miré el rellano del hotel para asegurarme de que nadie nos oía. Era la última planta, que solo tenía suites y estaban suficientemente separadas entre sí para que nadie nos oyera desde otra puerta, seguramente. Sin embargo, logró ponerme nerviosa. ¿Cómo podía hablar de aquello sin más? Me bajé la gorra negra un poco más y moví la cabeza para sentir la trenza contra mi culo. Era una manía, para saber que seguía en su lugar correcto.

―Lo he pensado, y me parece una tontería. ―Lo rechacé con fingida indiferencia. Como si me invitasen a robar, o lo que fuera, a diario―. Tienes suerte de que no me importe mucho este hotel, por lo que no voy a delatarte. Pero quiero mi reloj de vuelta. Era de mi abuelita, me lo dio en su lecho de muerte ―mentí, para zanjar el tema.

Soltó una risa muy sincera esta vez, pero dejó el reloj sobre la palma de mi mano al fin. Yo me di la vuelta para largarme de allí, pero su voz grave me hizo pararme a solo dos pasos de su puerta.

―Mientes de pena.

―Al menos yo no voy robando a nadie ―repliqué, alejándome de nuevo.

¿Qué se creía ese idiota? ¿Y por qué me había molestado en ir allí? Lo mejor sería que volviera a mi habitación y me olvidase de aquello. Sin embargo, aún no había girado la esquina que daba al ascensor, cuando volví a oír su voz. La elevó ligeramente, sin molestarse en moverse de su puerta.

―¿No vas a jugar, princesa?

―¿Jugar? ―pregunté, mirándole sobre mi hombro.

Quise patearme el culo yo sola, por caer en sus provocaciones.

―Al póquer.

¿Qué interés tenía en mí? ¿Quería mi reloj de nuevo? Me lo había comprado tras saber que la novia de Peter estaba embarazada. Llené el vacío de que todos mis hermanos consiguieran progresar en la vida, incluso el infantil e idiota de Peter, gastándome un pastizal en ropa y joyas.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora