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Jueves

Alay

―¿Te perseguía alguien? ―me preguntó Bob, que estaba tumbado en el sofá. Tenía el televisor encendido y una película porno puesta.

Agité la cabeza asqueado, pero le ignoré completamente y fui hacia mi dormitorio. Me había pasado dos horas corriendo tratando de poner mi mente en orden, pero no había funcionado. Ahora estaba frustrado, cachondo y nervioso.

―Jade te ha estado llamando ―me dijo entonces Candy, saliendo de uno de los dormitorios y mirándome con una ceja rubia alzada―. Desde ayer.

―Lo sé ―repliqué sin ganas, pasando de largo.

Pero Candy no era como Bob y no iba a dejarlo pasar sin más. Se metió en el dormitorio tras de mí y se sentó en mi cama mientras yo me quitaba la camiseta sudada por la carrera.

―¿Vas a ignorarla? Hace unos días decías que su participación era vital, y ahora que empieza a caerme bien...

―No la estoy ignorando, es que quiero ducharme, Candy.

―Yo creo que te has cagado.

―¿Y por qué crees eso? ―Dirigí una mirada furibunda hacia ella, porque quizá llevaba razón en parte, de cierta forma.

―Porque la princesa no es solo una niña mimada a la que estafar, ¿no? Es una tía buena, inteligente y bastante perspicaz. Alguien que te lo puede poner difícil...

―Sí, bueno, no creo que se retracte más. ―Me salí por la tangente mientras iba al baño y abría el agua de la ducha.

Sabía que Candy no hablaba de retractarse y llevaba toda la razón del mundo, aunque no iba a dársela. Tampoco necesitaba que lo hicera. Candy también era muy lista. La ignoré, aun así, pero ella se coló en el baño mientras yo me metía en la ducha. Puse los ojos en blanco, sin embargo, no dije nada, porque no quería darle más munición contra mí.

―Difícil sentimentalmente ―siguió como si nada.

―Candy, si no quieres sexo, deberías largarte de aquí ―sugerí.

Soltó una carcajada que me molestó bastante, aunque no se movió de la puerta. No tardó en explicarme qué era tan divertido para ella.

―Estoy segura de que en este hotel solo hay una tía que puede ponértela dura, Alay, y no soy yo.

―No tengo ningún problema con mi polla ―aseguré borde.

―Claro que sí, que no la tienes metida dónde debes ―se burló, mientras yo me enjabonaba, dispuesto a ignorarla―. Mira, deberías meditarlo tranquilamente, o lo que sea. No puedes pasar de Jade porque es muy concienzuda y necesitará todos los detalles del plan... No te va a dejar en paz. Es su trabajo y se lo toma en serio. Y si tú no vas a poder concentrarte en tu propio trabajo y hacerlo bien, porque no quieres arriesgarla. No saldrá bien. Deberíamos coger las cosas y largarnos de aquí. Este plan va del revés desde hace mucho. Tienes que elegir, Alay. El Millerfort Palace o la chica. No puedes tenerlo todo.

Me giré furioso, salpicando jabón y agua fuera de la ducha, pero cuando quise mirarla, ya se había largado. ¡Yo no necesitaba que nadie me dijese qué hacer! Podía hacer mi puto trabajo, no tenía ningún problema con ello. Jade me excitaba, me atraía. ¿Y qué? Eso no iba a detenerme. Llevaba años esperando un golpe como el que estábamos a punto de dar. No iba a tirarlo por la borda porque esa chica me gustase.

Salí de allí y me sequé rápidamente. Si Jade quería verme, iba a ir a ver qué quería. En realidad, no necesitaba que me lo dijese para saberlo. Me puse unos pantalones de chándal limpios y una camiseta de manga corta y recogí los planos y el resto de papeles, para pasar, aún descalzo, a su balcón. Según sus últimos mensajes me esperaba allí, así que ni dudé, ni lo pensé. Ya la había ignorado el día anterior entero y sabía que a falta de poco más de veinticuatro horas para el robo, estaría de los nervios y necesitaría algunas explicaciones.

Cuando vueles en alfombra - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now