El Bosque Maldito III

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Malliourn se puso la cota de malla, la armadura, su capa y se ciñó las botas. Tenía ahora un aspecto muy diferente al que había mostrado durante la audiencia con la reina. Antes parecía un desarrapado y ahora volvía a estar presentable, como un soldado, como un general. Salieron de la habitación y se pusieron en marcha. No tardaron en llegar al vestíbulo de la sala de ceremonias; allí había seis personas esperando en la puerta y una docena más a los lados; eran los hombres de Malliourn y sus vigilantes.

—¿Todo bien, general? —le preguntó Melas.

—Eso está por ver, amigo mío —dijo Malliourn—. Está por ver.

Enseguida les invitaron a entrar en la sala. Dentro había mucha menos gente que cuando Malliourn fue interrogado y habían puesto una mesa alargada con comida en abundancia. La mayoría de las sillas estaban ocupadas, salvo ocho asientos vacíos en el centro de la mesa, que debían de estar reservados para Malliourn y sus hombres. Allí les invitaron a sentarse. Elisei se encontraba sentada al final, presidiendo la mesa. Observaba con curiosidad a sus huéspedes, sobre todo a uno de ellos.

—Ahora que nuestros invitados están sentados, podemos empezar —dijo Elisei en voz alta.

Todos los presentes empezaron a servirse los suculentos manjares y a degustarlos. Había muchos tipos de carnes: costillas de cerdo, filetes de venado asado, patas de cordero, estofado de conejo, aves de corral asadas; también pescado al horno, verduras rehogadas y guisadas, pan de centeno, de bazo y de trigo. Todos los platos venían con unas salsas deliciosas e infinidad de aderezos que Malliourn y sus hombres no habían probado nunca. Había también ánforas repletas de vino y cerveza. Demasiadas subsistencias para unos fugitivos que se escondían en el bosque.

—He de decir que me sorprende ver tanta variedad de comida —dijo Malliourn—. No debe ser fácil conseguirla.

—Y tienes razón —le respondió Elisei—, solo una parte de lo que hay en la mesa la obtenemos del bosque, el resto se lo quitamos a Sharpast. El vino que estás probando ahora lo interceptamos hace dos meses al norte del bosque. Aún seguimos causando muchos problemas a las caravanas de suministros de Sharpast.

—Es bueno saber que al menos seguís atosigando al enemigo.

—Hacemos lo que podemos —dijo Elisei con incomodidad.

—El ejército de Lindium se hallará a estas alturas muy cerca de las Montañas de Marmen —dijo Malliourn, tras apurar su vaso de vino—. Me gustaría que partiéramos mañana hacia el sur para unirnos a ellos antes de que se adentren más.

—¡No podéis marcharos! —dijo Turmal, toscamente—. ¡Nuestras leyes lo prohíben!

—¡Estoy al mando del ejército de Vanion y no podéis obligarme a quedarme en este lugar! —dijo Malliourn, contrariado—. ¡El destino de este reino y de todos los reinos está a punto de decidirse! ¡Si no queréis luchar, lo comprendo, pero no me impediréis que salga de aquí!

—Hablas del destino como si fueras a salir victorioso, pero solo os espera la muerte —dijo Turmal.

—Eso es mejor que quedarse aquí escondido como un cobarde.

Turmal y varios más, ofendidos por las palabras de Malliourn, se levantaron amenazando con desenvainar sus dagas y cuchillos. Malliourn, sin inmutarse, permaneció sentado. Había ofendido a muchos de los presentes, pero no por eso iba a empezar una riña, y menos estando desarmado.

‹‹¡Cobardes... Son unos cobardes! —pensó Malliourn—. Llevan demasiado tiempo encerrados en este bosque; así nunca se liberarán del yugo de Sharpast. Si se han ofendido es porque saben que es verdad.››

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora