La Torre de Zigrug XIV

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En los pisos inferiores no podían ir mejor las cosas. Habían conseguido abrir las puertas de la torre carcelaria y salían al patio, matando a muchos en su camino, pero la lucha aún no había terminado. Los que estaban desarmados cogían las armas de los muertos y se unían al combate. Empezaron a salir montones de presos por la puerta, sintiéndose libres una vez más. Pero, a pesar de haber logrado llegar hasta allí, el panorama en el patio ya no era tan alentador. Gran parte de la guarnición estaba formada en línea con sus escudos y lanzas frente a ellos, esperando a que salieran los presos para masacrarlos. Todavía era noche cerrada, pero veían con claridad a los soldados desplegados en el patio.

Dungor detuvo el avance a la espera de que llegaran el máximo de hombres para poder luchar en igualdad contra los soldados. Los presos formaron una línea igual que los sharpatianos y se quedaron observándose durante unos segundos. Neilholm y Umdor estaban juntos y estaban listos para abalanzarse sobre ellos y matarlos como habían hecho con los enemigos a los que ya habían abatido en la torre. La visibilidad no era muy buena, pero las antorchas que iluminaban el patio permitían que ambos bandos pudieran observarse.

Muchos presos estaban desarmados, algunos estaban enfermos, otros eran viejos y muchos estaban muy débiles, ya que la comida que les daban era bastante escasa y con pocos valores nutricionales; sin embargo, estaban allí, frente a sus captores y guardias de celda dispuestos a vender cara su piel.

Los soldados de Sharpast que les hacían frente en el patio se habían vestido deprisa y corriendo. Apenas habían tenido tiempo para ponerse sus protecciones y coger sus armas. El motín les había sorprendido cuando la mayoría dormía.

—Son muchos —dijo Neilholm.

—Nosotros somos más —dijo Umdor.

—Veamos pues cómo se las gastan.

Los arqueros imperiales empezaron a disparar a los presos desde los muros y la torre, alcanzando a varios. Entonces Dungor, por temor a que los diezmaran, se lanzó hacia la línea de enemigos.

—¡A por ellos! —gritó, liderando nuevamente el ataque—. ¡Matadlos a todos!

Tras él, todos los presos se lanzaron gritando con fuerza. El violento choque causó muchas bajas en ambos bandos, lo que conllevó el inicio de una cruenta lucha cuerpo a cuerpo. Arnust y Elmisai llegaron con otros presos, uniéndose también a la lucha. Sobre el patio de la torre se decidirían sus destinos.

El combate comenzó con igualdad. Ambas fuerzas sufrieron bajas similares desde el primer momento. Ninguno de los bandos tenía la victoria asegurada. Neilholm estaba cansado, pues no había dormido desde la noche anterior y le dolía todo el cuerpo por los golpes que le habían propinado los guardias. Estaba siendo una noche muy dura para él y para todos, pero Neilholm se mantenía firme, luchando con bravura. Utilizó su fuerza corporal para derribar de un empujón a un soldado, le quitó su escudo y siguió luchando con él. Golpeó con el escudo a un adversario en la cara, haciéndole saltar algunos dientes junto a gotas de sangre, dejándole sin sentido. Luego bloqueó el ataque de otro al que rajó en la pierna, haciéndole caer al suelo. Había muchos enemigos por todas partes. La batalla era un caos frenético.

Umdor, que luchaba prácticamente solo en primera línea, estaba siendo rodeado por media docena de imperiales. Logró detener con su espada la estocada de uno, pero nada pudo hacer para parar el golpe de un escudo que se dirigía hacia él. Intentó apartarse, pero el arma le golpeó en el pecho, dejándole sin respiración y sin capacidad de reacción. Entonces, sintió un terrible dolor en la nariz. El escudo de otro sharpatiano le golpeó en la cara, cayendo al suelo de bruces. Su nariz se había roto y de ella comenzó a emanar abundante sangre. Su cara se empañó de rojo y quedó semiinconsciente.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora