Los líderes de Lindium II

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Los presentes escucharon sorprendidos las palabras del Gran Maestre de la Orden de Oncrust. Todos habían escuchado historias del poder de las Espadas, de cómo gracias a ellas un Imperio se forjó de la nada con sangre, pero todo eran historias que rozaban el mito y a las que pocos daban credibilidad.

—¿Qué pruebas tienes de su existencia? —le preguntó Mendor con cierto interés.

—Tengo desde hace años en mi poder un antiguo libro que indica el lugar donde se encuentran algunas de las Espadas —dijo Blanerd—. Si existen de verdad las encontraremos, las traeremos y entonces los Tres Reinos lucharán unidos contra Sharpast. Lindium volverá a unirse para luchar contra el Imperio y, con la ayuda de al menos una de las Espadas, lograremos la victoria. Si la expedición fracasa y ninguna de las Espadas es hallada entonces haced lo que queráis.

—¿Y qué clase de poder tienen esas espadas? —le siguió preguntando Mendor con cada vez más interés.

—Nadie lo sabe con exactitud —dijo Blanerd—. Sé que sus portadores adquieren una destreza y valor inigualables. Fueron forjadas de manera oscura, y su poder es más oscuro aún. Tendremos que usarlas con mucho cuidado, y solo para enfrentarnos al Imperio.

Mendor reflexionó sobre lo que acababa de escuchar. Se sentía seducido por el poder misterioso de las Espadas.

—Está bien —dijo Mendor—. Si logras encontrar una de esas espadas de maravilloso poder y demuestras que es auténtica, mi reino irá a la guerra, siempre y cuando se utilice la espada en nuestro beneficio. Si la expedición regresa sin ella mi reino quedará al margen del conflicto.

Blanerd asintió. Faleth vio cómo todas las miradas se dirigían a él. Si Mendor aceptaba esos términos él no podía ser menos.

—Traed la espada y mi reino también luchará —dijo el rey de Landor.

—Sea así —dijo Blanerd—. No obstante, me temo que para entonces Sinarold pueda haber caído. ¿Lucharéis contra el Imperio a pesar de ello?

Los dos reyes se miraron y asintieron con la cabeza.

—Entonces hoy mismo firmaremos la alianza —dijo Blanerd—. En el caso de que la expedición fracase y no se encuentre la espada, podréis retractaros.

Los escribas del rey trajeron un pergamino y escribieron que, desde ese día, los Tres Reinos de Lindium formaban una alianza militar ofensiva y defensiva contra el Imperio de Sharpast, pero había una cláusula que decía que el tratado se podía romper en el caso de que la expedición que partiría en busca de una de las Cinco Espadas fracasara. Los dos reyes estamparon su firma y sus respectivos sellos en el pergamino, lo mismo hizo Nairmar en ausencia de su padre. Una vez hecho, Blanerd se dirigió nuevamente a todos los presentes.

—Puesto que solo yo y algunos magos de mi confianza conocemos el paradero de la espada, tendrá que ser uno de los magos de mi Orden quien vaya a buscarla. Arnust, serás tú quien lidere la expedición para encontrar la espada. ¿Estás dispuesto para cumplir ese cometido?

Arnust, que hasta ese momento se había mantenido al margen de los debates entre los reyes, se levantó de su asiento.

—Sí, maestro —le contestó Arnust—. Encontraré la espada y la traeré aquí.

—Ahora solo faltan unos cuantos voluntarios para acompañarle —dijo Blanerd—. Arnust podría necesitar ayuda en esta difícil empresa. Pero no irá solo, deberán acompañarle una persona de cada reino para corroborar que la espada es la auténtica, y deberán ser hombres capacitados y con aptitudes para la lucha, pues no es una misión para pusilánimes ni exenta de peligros.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora