La Torre de Zigrug XIII

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Neilholm y Umdor, ambos armados con las dagas que les había dado Halon tras liberarlos, perseguían a los dos guardias que corrían escaleras abajo. No les costó atrapar al último de ellos, al que Neilholm le sorprendió saltando sobre él. Los dos cayeron rodando por las escaleras y forcejearon un tiempo.

Umdor siguió al otro, entrando en otra planta carcelaria, pero antes de atraparle, seis soldados aparecieron a todo correr por las escaleras de caracol y, al verle, se dirigieron a por él con la intención de matarle.

‹‹Se complica la cosa —pensó Umdor con preocupación—. ¿Dónde se ha metido Neilholm?››

Umdor no retrocedió, sino que esperó pacientemente a que llegaran. El primero en hacerlo fue empujado por los demás y acabó ensartado en la daga de Umdor, que, con el tiempo justo para reaccionar, sacó su arma del cuerpo ya sin vida de su primer contrincante y le rajó en la cara a otro, dejándole mal herido en el suelo.

Los presos de esa planta se habían despertado por el alboroto y miraban con asombro la pelea que allí se estaba desarrollando. Un solo hombre luchaba contra cuatro soldados. Umdor, que estaba rodeado por cuatro enemigos que le apuntaban con sus armas con intención de matarle, se vio obligado a retroceder. Eran demasiados. Cuando se abalanzaron todos hacia él, Neilholm apareció por las escaleras; había tenido problemas con el guardia con el que había rodado por las escaleras, pero ya los había solucionado y se disponía a seguir luchando.

—¡Por Hanrod! —gritó mientras se abalanzaba sobre los enemigos que atacaban a Umdor con la espada del hombre al que había matado.

De un solo espadazo, preciso y mortal, rajó a dos de ellos, a uno en el cuello y al otro en el torso. Quedaban dos en pie, pero uno de ellos huyó aterrado escaleras abajo. El que quedaba, un soldado gordo, alto y calvo, mantuvo su posición y les hizo frente.

—Vamos gordito, lárgate con tu compañero antes de que te matemos —dijo Neilholm, muy confiado.

El soldado se rió, preparó su maza para atacar y, antes de que pudieran reaccionar, les atacó y golpeó. Neilholm, que no se lo esperaba, recibió un duro golpe en medio del pecho, saliendo disparado contra los barrotes de una celda, quedando semiinconsciente en el suelo.

—Mierda —dijo Umdor, sorprendido por la precisión y fuerza de su rival.

‹‹No va a ser fácil abatir a éste —dijo Umdor—. Más me vale que me mueva con precaución.››

Se alejó de él para no ser alcanzado con la maza como Neilholm. El soldado gordo le atacó a él también, pero sus movimientos eran algo lentos y Umdor ya estaba preparado. Pudo esquivarlo y rajarle en la pierna con su espada.

—¿A cuántos de tus amigos te has comido para estar así de gordo? —le preguntó Umdor burlonamente tras herirle en la pierna.

Eso fue peor que el hecho de herirle. El guardia se enfureció y atacó con aún más agresividad. Umdor esquivó los ataques con fintas y retrocediendo.

‹‹Ya se cansará. Está demasiado gordo.››

Mientras retrocedía pudo ver que una de las celdas estaba abierta y vacía. Se puso delante de la puerta abierta y su contrincante se lanzó a por él. Umdor se apartó de un salto y el soldado no pudo detenerse, metiéndose en la celda. Umdor la cerró rápidamente y puso el cerrojo con avidez.

—Ahí te quedas, gordito —dijo Umdor, aliviado—, y ahora no des más la vara.

—¿Te crees que te has librado de mí? —le preguntó con una sonrisa—. Yo soy el encargado de las llaves. Ahora mismo las saco y acabo contigo.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora