La Torre de Zigrug IX

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Halon se despertó como de un mal sueño: confuso y preocupado. Oyó a su alrededor un enorme alboroto, como si una estampida se le echara encima y sintió un gran peso sobre él. Escuchó voces a su lado, pero no se movió.

—¡Han matado a tres de los nuestros! —dijo alguien.

—Luego nos ocuparemos, tenemos órdenes de atraparlos en la gran sala —dijo otro—. ¡Vamos!

El alboroto desapareció y las voces se alejaron. Le dolía la cabeza como si le hubieran golpeado. Comenzó a recordar lo que había pasado.

‹‹Primero entramos en la torre, luego subimos por las escaleras y luego...››

Lo demás era más confuso. No sabía muy bien cómo se había empotrado contra la pared de las escaleras; simplemente recordó sentir que una ráfaga de aire le empujó y después un golpe.

‹‹He sido víctima de algún conjuro, eso está claro.››

Abrió los ojos y se encontró solo en la oscuridad. Estaba sobre el cuerpo de un soldado muerto que se estaba desangrando sobre él. Apartó el cadáver y se levantó para mirar a su alrededor.

‹‹Todavía estoy en las escaleras, pero ¿y los demás? ¿Qué ha sido de ellos?››

Miró a su alrededor, únicamente le acompañaban dos cadáveres tirados en las escaleras. Trató de limpiar la sangre que le había manchado el uniforme.

‹‹Sigo llevando el uniforme de Sharpast, tal vez pueda pasar inadvertido. Si les han cogido yo soy la única esperanza que les queda.››

Escuchó algo de alboroto escaleras arriba, las subió y llegó a una puerta que estaba entreabierta. Al otro lado había muchos soldados prendiendo a alguien en lo que parecía un pequeño anfiteatro. Se dio cuenta rápidamente de lo que pasaba: les habían cogido a todos. Estaba ahora solo, en medio de una gigantesca torre repleta de enemigos. No sabía qué hacer.

‹‹Tengo que ayudarlos, ¿pero cómo? ¿Qué hago? Si me quedo donde estoy me terminarán cogiendo a mí también.››

Sabía que tenía que actuar y pasar inadvertido. Debía seguirlos y hacerse pasar por uno de ellos.

Abrió la puerta y entró en el momento en el que se llevaban a sus compañeros a la parte superior del anfiteatro, uniéndose a los demás guardias. Se puso detrás del último de la fila de soldados que se llevaban a sus compañeros. Nadie prestó atención en Halon, que parecía un soldado más.

‹‹De momento voy bien. Nadie sospecha de mí.››

Al llegar a la parte de arriba notó cómo una ráfaga de aire penetraba en sus carnes. Estaban en un túnel que daba a uno de los puentes que conectaban las dos torres. Los soldados entraron en él y Halon también. El viento soplaba con fuerza y movía sus ropas. Halon miró hacia abajo para ver qué había.

‹‹No estamos a demasiada altura, pero caerse desde aquí es sin duda una muerte segura.››

Luego miró hacia arriba y vio cómo las dos torres se elevaban por encima de su cabeza. Era sin duda una gran construcción, pero no debía perder el tiempo maravillándose de eso, sino buscar la manera de liberar a sus amigos.

Entraron en la otra torre, la cual era más oscura y tétrica que la anterior. Tan solo había unas pocas antorchas que iluminaban mínimamente el lugar. Las escaleras en forma de caracol estaban en los laterales de la sala, y a los lados, bajo las escaleras y en el centro, estaban las celdas; todas repletas de prisioneros. La sensación que tuvieron al llegar al primer nivel de los calabozos era la de la más atroz y horrible visión del infierno. Las celdas estaban abarrotadas por montones de prisioneros ajados, viejos, sucios y enclenques que vivían en aquel lugar sin esperanzas, sabiendo que jamás saldrían de allí, alimentándose con lo poco que les daban, esperando a que la muerte les llegara.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora