Río.

–No es nada- suspiro.

–Eso espero, esa niña tiene problemas y es menor de edad- comenta– Tendríamos serios problemas si de alguna forma eso es cierto.

Lo sé Riker.
Claro que lo sé.

*

Me acerco hacia la pequeña adolescente que lleva una boina, se encuentra sentada en la silla de las afueras de la cafetería.

Toco sus hombros, haciéndola sobresaltar. _____________ voltea de inmediato y no tarda en abrazarme.

–¡Te extrañé!

Exclama.
Haciendo que varias personas nos miren.

–Yo también.

Susurro, apretando mi cintura.
Cuando se separa de mí, puedo darme cuenta de que esta usando unos lentes muy oscuros, y un labial que sé perfectamente que ella no usaría.

Se está encubriendo.
Casi tanto como yo.
Solo que claro, yo estoy acostumbrado a hacerlo cuando los do estamos en público.

–¿Labios azules?

Le pregunto en una risita.
Besando su mejilla.
Se sienta nuevamente en la silla, yo hago lo mismo en la silla que está al frente de ella.

–No nos vemos hace un día, ¿y solo te fijas en mis labios?

Entrelazo sus manos con las mías y las llevo hacia mis labios. Les dejo dos besos.

–Te ves preciosa, por cierto.

–¿Te gustan mis labios azules?

–Se ven sexys.

No miento.
Se ven tan sexys que me los estoy imaginando chupando mi polla ahora mismo.
Pero no se lo diría en un lugar con tantas personas.

–Mi padre se enojó conmigo otra vez- me comenta– Ayer lo estuvieron interrogando con respecto al asunto de las drogas- ríe– Si hubieras visto su cara...

Río con ella.
Claro que la ví.
Era como la cara de Bart siendo ahorcado por Homero, solo que claro, sin el color amarillo y muchos años más.

–¿Estás bien con eso?

Ella asiente.
Acomodándose el cabello.

–No me interesa- susurra, acariciando mis manos– Bueno, realmente sí, pero ayer estaba tan emocionada por verte hoy que no pensé mucho en eso.

Sonrío.
Vuelvo a besarle las manos.
Y acerco una de mis piernas hacia la suya, que se encuentra desnuda gracias al vestido que está usando, la acaricio, con suavidad.

–¿Quieres hacerlo?

Me pregunta.
Bajándose un poco los lentes de sol y guiñandome un ojo. Sonrío.
Aprieto sus manos con un poco más de fuerza.

–Me encantaría hacerlo damicella.

–Ayer tenía unas ganas inmensas de coger- me dice, estirando sus brazos– Lastima que no estuviste conmigo, pudimos haber mucho...

Me muerdo el labio inferior.

–Ahora lo estoy...

–Sí, pero ahora tengo hambre- abre la carta de la cafetería que esta en la mesa. Suspiro.

Sintiendo como mis ilusiones caen al suelo.
Por un segundo pensé que me diría para tener sexo en algún lugar interesante, como... no lo sé, ¿un callejón donde no pase nadie a eso de la noche?

–¿Sabes?

Me pregunta, haciéndome mirarla.

–Siento que este viaje juntos será como una luna de miel.

Sonrío.
Su ilusión me causa bastante ternura.

–Tendremos una luna de miel.

Aseguro, sin pensar mucho en lo que estoy diciendo. Quiero verla sonreír una vez más.

–¿Nos casaremos?

Sonríe.
Mi corazón brinca de felicidad.
¿Soy estúpido por estar tan feliz gracias a una chica mucho menor a mí?

Al diablo con eso.

–Tan solo si aceptas mi propuesta.

___________ acaricia mi pierna con la suya, por debajo de la mesa. Llevo mis manos hasta su rodilla, acariciandola con cuidado de no ser vistos por alguien.

–Claro que me casaría contigo- responde– Una y mil veces, en todas las vidas que existan en este mundo.

–Tendremos la mejor boda de todos los tiempos.

–Y tendremos seis hijos.

–¿Seis?

Me aguanto de dar una carcajada al verla decirlo tan normal. Ella asiente, quitándose los lentes que tiene puestos y dejándolos en la mesa.

–Seis- afirma– Tres niñas y tres niños, ¡ah! Y una camada completa de perros.

Carcajeo.

–Solo tres hijos, y bueno, si quieres también tres perros.

____________ me mira mal, y me da una suave patada, haciéndome gemir.

–Tendremos seis.

–Tres.

–Seis.

–Tres pequeña.

–Seis abuelo.

Ríe.
Frunzo el ceño.

–No soy un abuelo.

–Eres mayor a mí.

–Sí, y así te gusto, ¿verdad?

–Así me encantas.

Sonrío.
¿Por qué causa tanta felicidad en mí?

–Y tú a mí Thomas.

Frustrado; Ross LynchWhere stories live. Discover now