XXI

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Abrió los ojos sorprendida al verlo en su ventana. ¿Qué quería ésta vez? Ya se le estaba haciendo costumbre al parecer.

—Jeak.

—Estaba comprando algunas cosas para la alacena, y me encontré con esto —sonrió, antes de mostrarle lo que estaba escondiendo atrás de su espalda.

Erit lo miró curiosa y sonrió divertida al ver ese pequeño pastel de fresas y crema.

—Hm ¿Quieres comprar a mi nuevo bebé con comida? —le dijo divertida, tomando el pastel.

—¿Y a ti te puedo comprar con comida también? —sonrió mirándola a los ojos.

—De hecho, creo que no tengo comida favorita —le dijo pensativa, sentándose en su cama, seguida por él, que se sentó a su lado.

—¿No? ¿Ninguna?

—Nop, ni siquiera me gustan mucho las cosas dulces. Pero al parecer a los bebés sí —sonrió abriendo la caja, para tomar con su dedo un poco de crema, y probarla.

—Creo que es un gusto habitual en las embarazadas.

—Tal vez. Iré a la cocina por un plato y una cuchara ¿Tú también quieres?

—Sí ¿Zhanda duerme?

—Sí, se fue a dormir temprano hoy —le dijo antes de marcharse de la habitación.

El joven rubio observó la habitación, y acarició suavemente la almohada de ella, sonriendo al sentir el aroma de ella.

Erit podía ser tan dulce.

—¿Sólo pasaste aquí para traerme el pastel?

—No, quería además pasar tiempo contigo.

Ella sonrió y cortó una porción de pastel, dándosela a él.

—Comienzo a creer que lo "pegote" de Zhanda cuando era bebé, también es gracias a ti.

—¿Pegote?

—Sí, porque quería estar conmigo todo el tiempo, por cualquier cosa —sonrió.

—¿Te molesta que quiera estar contigo?

—No, me gusta que estés acompañado. Las personas con problemas, y solas, suelen tener la mente ocupada con malos pensamientos e ideas.

—Tienes razón, si tú no estuvieras conmigo, tal vez habría cometido una locura. Cómo buscar al hijo de puta con quién Meris me engañó y matarlo —gruñó.

Erit lo miró y luego lo tomó de una de sus manos, acariciándola.

—La venganza no es la solución de nada, es una cadena que nunca acaba. Si tú hubieras hecho eso, tal vez alguien más hubiese buscado vengar a ese muchacho.

—En serio no entiendo cómo haces para estar siempre tan tranquila y con la cabeza fría.

—No creas que es fácil —sonrió divertida, tomando una fresa para morderla—. Cuando tú me ignorabas, luego de decirte lo de Zhanda, en verdad sacaste un lado que no conocía de mí.

—¿Rabia?

—Sí —rio bajo—. Pero luego de escucharte, y que lo único que pudieras decirme fuera puta, comprendí que no tenía sentido sentir eso por ti.

—Lo siento —murmuró.

La castaña sonrió y lo tomó del rostro con una de sus manos para que la mirara.

—No te estoy recriminando nada, cabeza dura.

Jeak la miró a los ojos y apoyó una de sus manos sobre la mejilla de ella.

EritmaWhere stories live. Discover now