VIII

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Estaban ambos bañando a la bebé, y la mirada de Jeak solo estaba en el cabello de su hija. En cambio Meris, estaba hablándole a la niña, haciéndola sonreír.

—¡Cariño!

—Lo siento, estaba pensando en otra cosa ¿Qué necesitas?

—¿Me pasas la toalla, por favor?

—Sí, ten.

Meris sacó a la niña del agua, y la envolvió en la toalla, llevándola al cambiador. La pequeña ya tenía tres meses, y estaba cada día más despierta, más comunicativa con ellos.

—Meris, tú... ¿Por qué crees que tiene cabello castaño?

La joven madre se giró, y miró seria a su marido.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Bueno, tú eres pelirroja, y yo rubio. Y pues ella...

—¿Qué insinúas, Jeak?

—Nada, sólo te pregunto.

—No puedo creer que pienses eso de mí —pronunció molesta, tomando un pañal de la niña.

—Pero si no dije nada, sólo te estoy preguntando-

—Toda mí familia tiene cabello oscuro ¿Okay? Ya lo sabes, sólo yo nací pelirroja, porque es una mutación genética. Y si tantas dudas tienes de que Taeli sea tu hija, hazle un maldito exámen.

Terminó de cambiar a la niña, y se la llevó de allí, con rabia.

Jeak suspiró y se apoyó contra la pared. Era obvio que Meris reaccionara de ese modo. Así como era obvio, que ella no lo engañaría.

***

—Tienes un niño muy inteligente.

—Gracias —sonrió tomando un poco de té—. Zhanda es mucho más de lo que pude imaginar. Superó en gran medida todo lo que esperaba de él. Es verlo, y no poder creer que ese precioso muchachito, era mi bebito pequeño que movía sus piecitos cuando tomaba de mi pecho.

—¿Es tu único hijo?

—Sí, es mi único hijo.

—Nosotros tenemos la costumbre de hablar sobre nuestros antepasados. La familia es un gran árbol, con muchas ramas, y es importante conocer nuestro tronco, para saber hasta donde llegan nuestras raíces. ¿Por qué el niño no conoce nada de tu pasado y su padre?

—Soy de Eritma, y cuando nací, como a muchas otras niñas, mi madre me entregó, ya que no podía hacerse cargo de mí. Era joven, y debía seguir trabajando. Cuando tuve diez años la conocí, pero tampoco indagué mucho en su vida, la cual supongo que fue igual a la mía. Es casi imposible conocer nuestras raíces, más aún la de nuestros padres.

—Es una parte que jamás podrás cerrar en tu vida.

—Para nada —le dijo con completa sinceridad—. Jamás tuve la necesidad de conocer sobre mi madre o su familia, lo mismo que mi padre. Ellos no formaron parte de mi vida, son ajenos a mí. Mi vida comenzó conmigo, y terminará del mismo modo. Mi hijo sabe que tiene un progenitor, pero hasta el momento, no quiso conocer su identidad. Si él en algún momento quiere saberlo, se lo diré, y quizás de ese modo, también pueda completar un poco más su árbol genealógico.

Erit había llevado Zhanda a un pequeño pueblo en el este de la isla, para que el niño pudiera escuchar sus historias, y aprender un poco más de los orígenes de Kanat'ma.

***

—Hola ma.

—Jeak, pasa cariño, que lindo que vinieras a visitarme —sonrió una mujer rubia saludando a su hijo.

—Sí, tenía ganas... De hablar con alguien.

—Sabes que siempre estaré para escucharte, hijo. ¿Meris y la bebé están bien?

—Sí, ellas están muy bien, creo que fueron a visitar a la madre de ella.

—¿Y por qué no fuiste con ellas, Jeak? —le preguntó curiosa.

—Quería venir a verte a ti.

—Te prepararé un té y te traeré un poco de budín de naranja que hice ésta mañana —sonrió guiándolo a la sala.

Jeak estaba por sentarse, cuando vio las fotos de él y sus hermanos colgadas en la pared. Se acercó a ellas, y observó los cuadros, viéndose cuando era un niño.

¿Por qué ese niño se tenía que parecer tanto a él?

—Eran unos niñitos hermosos —sonrió su madre regresando.

—Sí, eso veo —sonrió levemente.

—¿De qué querías hablar, cariño? Podemos hacerlo hasta que el té esté listo —sonrió.

—Yo, em... Mira —le dijo tomando su celular, antes de buscar algo, y mostrárselo a ella.

La señora tomó el celular, y observó la foto de ese niño. Rubio, ojos azules, muy parecido a su hijo, sólo que sus orejas eran diferentes.

—¿Y este niño?

—¿Crees que se parece a mí?

—Sí, se parece a ti, y a tu hermana Jenat, incluso tiene un pequeño lugar en cada iris, como tú —sonrió—. ¿Quién es?

—No lo sé, es un alumno de Meris, y cuando lo vi, me recordó mucho a cuando yo era niño.

—Tal vez sea algún pariente de tu padre —sonrió devolviéndole el celular—. Sabes que a él le encantaba tener crías.

—Sí, ni me lo recuerdes —pronunció con cierto recelo.

...

EritmaWhere stories live. Discover now