XX

8.5K 853 97
                                    

—Estaba muy nervioso, era la primera vez que iba a tener sexo con una chica, y no sabía mucho del asunto —sonrió divertido, al recordarlo—. Ambos estábamos nerviosos.

—Lo bueno es que lo recuerdas con cariño —sonrió suavemente la castaña.

Él la miró a los ojos y luego su panza.

—¿Fue culpa mía que eligieras ahora ser madre soltera?

—No diría que fue culpa tuya, pero creo que tú fuiste uno de los motivos. Comprendí que sola puedo cuidar de un bebé, que no necesito a un hombre a mi lado para hacerlo. Y además, económicamente ahora estoy bien para hacerlo sola.

Jeak se permitió a acostarse a su lado, mirando el techo.

—Mañana te traeré una foto mía, para que veas lo parecido que es Zhanda a mí —sonrió—. Te juro que lo veo, y no puedo creerlo.

—Se parece mucho a ti, tiene más de ti, que de mí. Es más, creo que no tiene nada parecido a mí —rió.

—Tiene lo más importante, y es tú inteligencia.

—Por suerte sacó eso, y no el hecho de querer trabajar como acompañante ¿Verdad? —sonrió.

Él la observó con pesar, y luego bajó la mirada.

—Perdón por haberte dicho todas esas cosas. Yo realmente fui un hijo de puta contigo. Cuando te vi con el bebé, no debí jamás haber actuado de ese modo.

—Jeak, deja el pasado atrás —sonrió tocándole el rostro—. Lo dije sólo para ver tu reacción, y es bueno ver arrepentimiento. Sé que estás siendo sincero conmigo, y no me mientes.

—No lo hago, soy sincero, y me estoy... Abriendo a ti —le dijo mirándola a los ojos.

—Y valoro mucho eso —sonrió quitando su mano de la mejilla de él.

Pero el rubio la tomó entre una de sus manos.

—Algún día, espero poder devolverte todo lo que estás haciendo por mí.

***

Zhanda salió de su habitación, y al escuchar ruidos en la cocina, se dirigió a ella creyendo que se trataría de su madre.

Pero grande fue su sorpresa al ver a Jeak preparando el desayuno.

—Buenos días, creí que primero despertaría tu mamá —sonrió al ver al niño, antes de colocar una jarra con jugo sobre la mesa.

—¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? ¿D-Dormiste aquí? —le preguntó sin poder creerlo.

—De hecho no, pero vine muy temprano aquí. Quería hacerles algo especial para ti y tu mamá.

—¿Por qué ahora quieres hacer algo por nosotros?

—Pienso que es un lindo gesto luego de que ustedes me invitaran anoche a cenar.

—¿Sí? Yo creo que lo haces por el simple hecho de que ahora estás solo. Si tú aún siguieras con tu mujer, con tu familia, jamás te hubieras acercado a mi mamá o a mí.

—Tal vez, no existe certeza de que así sea tampoco —le dijo el rubio mayor sin verlo, girándose para buscar un plato dónde poner las tostadas—. Y creí que anoche, no lo sé, nuestra relación había mejorado un poco, que éramos "amigos".

—Confundes amabilidad con amistad, Jeak.

—Quizás sea muy tarde para que me veas cómo padre, pero al menos me gustaría ser tu amigo, Zhanda. Sé que no soy inteligente como tu madre, que de mí tal vez no tengas nada asombroso por aprender, pero quiero que sepas que voy a estar para ti ahora. Quizás algún día sientas que tengas la necesidad de hablar conmigo, con otro hombre, y quiero que sepas que ahí estaré.

—Hm, claro —le dijo indiferente, antes de salir de la cocina.

***

"—Tienes que aprender a perdonar tú también, Jeak. ¿Hace cuánto tiempo que no hablas con tu padre?

—No lo sé, la última vez que hablé con él tenía como diez años.

—¿Y por qué dejaron de hablarse?

—Lo eché de mi casa al enterarme que no había cambiado, que tenía nuevos hijos por ahí regados.

—¿Y él no te buscó luego?

—No, lo aceptó con mucha facilidad salir de mi vida —pronunció con resentimiento."

Miró aquella casa, que creyó que jamás volvería a estar cerca, y apretó sus puños. Sí, Erit tenía razón, pero él aún no había perdonado a ese tipo.

Respiró profundo y fue hasta la puerta para tocarla, guardando ambas manos en los bolsillos de su campera de jean.

Unos minutos después, un niño de la edad de su hijo abrió la puerta, mirando curioso al muchacho del otro lado.

—Hola ¿Qué se le ofrece, señor?

—Hola, estoy buscando a Teset, pero... Creo que ésta ya no es su casa.

—Sí, aquí vive él. ¡Papá! ¡Un macho te busca! —exclamó el niño mirando hacia atrás.

Un hombre de unos cuarenta años, rubio, de grande porte y ojos azules, apareció en la puerta, mirando con una leve sonrisa a Jeak, acariciando el cabello del niño.

—¿En qué puedo ayudarte?

Jeak miró al niño, luego a su padre, apretando la mandíbula.

—Ya ni me recuerdas.

El tipo cambió rápidamente de expresión.

—Lo siento ¿E-Eres uno de mis hijos? Ferko, ve un minuto adentro.

El pequeño asintió con la cabeza, y su padre cerró la puerta, mirando con pesar a Jeak.

—Lo siento, en mi juventud hice muchas estupideces.

—Lo entiendo, soy el producto de una de esas estupideces.

—No me refería a eso, sino al hecho de no haberme hecho cargo de mis primeros hijos. De ni siquiera poder reconocerlos ahora... Es muy vergonzoso para mí decir esto, y más aún, estando tú frente a mí.

—Hm, claro.

Su padre lo miró a los ojos, y luego sonrió suavemente.

—Eres hijo de Veriana, y a juzgar por tu edad, podrías ser Meliak. Pero... Me ves con tanto resentimiento, que podría jurar que eres Jeak.

—Sí, soy él —masculló.

—Cuánto has crecido, hijo. La última vez que nos vimos, me llegaba por debajo del pecho. Y ahora ya me pasas en estatura —sonrió con tristeza.

Jeak apretó sus puños, sintiéndose tan herido.

—¿Puedo abrazarte, Jeak?

El rubio asintió con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta, sin poder decir nada, y su padre lo abrazó, estrechándolo entre sus brazos.

—Que tú estés aquí, que me permitas abrazarte, no tienes idea de cuánta paz me da. Espero algún día puedas perdonarme, hijo.

...

EritmaWhere stories live. Discover now