Epílogo

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—¡Isabel nunca va a volver!— gritaba Emilia llorando mientras salía de la habitación hacía lo que pensé sería la sala o la cocina, habían pasado dos años desde nuestra comida en mi oficina, teníamos un año de relación, no había sido sencillo, no lo era... pero ambos lo intentábamos.

—Oye...— susurré tomándola de la cintura y colocando mi barbilla en su hombro, ella bebía agua tranquilizándose como siempre lo hacía.

—Quiero que dejes de llamarme por su nombre, Charlie...—, su voz estaba quebrada y lo entendía, no pasaba seguido, pero muchas veces mientras hacíamos el amor su nombre tendía a deslizarse por mis labios y arruinar todo el momento, ni las constantes terapias habían podido parar eso y, aunque Emilia era extremadamente paciente, había momentos en los que ella no podía soportarlo más.

—Lo intento—, acepté—, lo siento.

—Siempre dices eso—, dijo limpiándose una lágrima y alejándose de mi agarre.

—Em...— la llamé y ella me alejó con un movimiento de su mano, sólo podía significar que estaba enojada y no podía hablar en este momento. Siempre hacia eso hasta calmarse, luego arreglaríamos las cosas hasta que yo volviera a arruinarlo.

—¿Fuiste a ver a Sandy?— preguntó dos días después, el coraje se le había pasado, pero yo no había podido dejar de pensar al respecto.

—Sí...—, asentí comiendo lo que ella había traído a la comisaría—, también fui al cementerio—, le informé y ella asintió tomando otro bocado.

Emilia era preciosa, realmente no la merecía, me dolía mucho lastimarla, pero me lastimaría alejarme de ella casi tanto como de mi recuerdo de Isabel.

—Eso es bueno—, dijo ella sin preguntar más—.

Em...— dije tomando su mano al ver como sus ojos se cristalizaban.

—Nunca voy a ser ella—, susurró sin dejar que sus lágrimas se derramaran.

—No quiero que seas ella—, le afirmé con tanta veracidad como pude.

—Sí lo quieres, Charles... no te juzgo, ella te marco la vida—, dijo limpiando la única lagrima que cayó y levantándose abruptamente de la silla conmigo siguiéndola antes de que llegara a la puerta.

—Te amo—, dije sin pensar, fue lo primero en lo que pensé para detenerla y aparte lo sentía, no sabía desde hace cuanto, no sabía cómo había pasado, pero lo hacía.

—Capitán—, interrumpió un agente a lo que fuera que Em iba a contestarme.

—Smith—, respondí molesto ante el momento perdido y mi novia saliendo de la oficina con rapidez

—Un pedófilo... encontramos su casa, es un fanático del trabajo de Callaghan—, me informó y la sangre se me drenó del cuerpo. Esto no había pasado en tanto tiempo. El nombre de ese maldito se había borrado de mi memoria para bien y ahora teníamos un imitador.

—¿Cuál es el caso?— dije acercándome a los demás agentes y dejando que las palabras que había dicho hace unos momentos quedarán dispersas en el aire.

—Un video, capitán—, encendieron la televisión y vi su rostro, era Tristán...

No vas a volver a ser feliz, Anderson... mientras me tengas aquí siempre habrá partes de mi allá afuera... —, su risa heló mi cuerpo.

—¿Cuándo grabó esto?— pregunté, terror invadiendo mi cuerpo y llamando a Emilia sin respuesta.

—Lo recibimos hoy, capitán, hablamos a la prisión, Callaghan recibe visitas por buen comportamiento—, explicó el agente aunque puse poca atención ante las llamadas perdidas de mi novia.

Ojos tristesWhere stories live. Discover now