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Recuerdo el mundo girar a mi alrededor, la oscuridad era dolorosa y mi cuerpo suplicaba por un auxilio que no llegaba, podía escuchar mi respiración, despacio y apenas con fuerza para llegar a mis pulmones, mis labios estaban partidos y el sabor metálico de la sangre ya se había evaporado hace tiempo, había terminado con mis lágrimas hacia tanto... ¿Cuánto tiempo había pasado ya?

Una llama casi extinta se encontraba en la desgastada chimenea de una sala inhabitada, más que por mi cuerpo inerte, los techos de la casa eran altos y llenos de moho, podías escuchar el eco de cada una de las habitaciones y la música del piano que él tocaba cada noche, las paredes eran blancas, sucias por el hollín de la chimenea, a él no le importaba tapar las ventanas, es más, le encantaba que nos vieran a su lado, golpeadas, lastimadas y suplicantes; un grito causaría nuestra muerte inmediata, correr o huir sería aún peor... ¿peor que la muerte? No lo imaginan.

Aún no puedo explicarles la razón por la que aún estoy con vida, si a esto se le puede llamar una vida... aún no logro explicarme a mi porqué no puedo morir, hago todo lo posible por exaltarlo, por hacerlo enojar y solo consigo que me lastime de maneras inimaginables, como hoy... como todos los días.

Si he de explicar lentamente la situación, debo de volver, tal vez, unos años atrás...

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Para mi cumpleaños número 15 mi familia organizó una gran fiesta, todos mis tíos y primos habían venido, incluso de otras ciudades, sólo para festejarme a mi, era el centro de atención, la del gran vestido color rosa, amaba los hermosos tacones que mi madre me había regalado especialmente para esa ocasión, me sentía como una princesa.

La noche transcurría tranquila, mi padre conversaba con inversionistas de su empresa y entonces lo vi... a él... su traje azul marino remarcaba sus verdes ojos, su cabello era castaño y la barba que usaba estaba perfectamente cuidada, mi madre siempre había dicho que "la sonrisa de ese hombre valía su peso en oro" y jamás lo había entendido, hasta ese día, hasta ese momento en el que lo vi sonreírme a mi, aunque más que gustarme... me aterró.

Seguí danzando y jugando con mis amigos y primos hasta que todos caímos en la alberca y el vestido fue demasiado para mi, subí a mi habitación completamente mojada a cambiarme por algo más cómodo para seguir jugando y seguir mojándome en la alberca, sin encontrar maldad en nadie... con una inocencia que pronto sería interrumpida.

"Tu hija es hermosa, Albert"—, el señor Callaghan me había elogiado apenas salí de nuevo al patio, tomándome de la cintura y pegándome a su cuerpo en forma de "felicitación", nunca lo tomé a mal, era amigo de mi padre.

"Es toda una señorita ahora"—, replicó papá mirándome enternecido.

"Aunque siempre ha sido, sin duda, una belleza"—, su voz ahora me incomodaba, su mano se apretaba a mi cintura, ya no me sentía tan segura a su lado.

"Papi ¿puedo volver con mis amigos?"—, escuché un gruñido salir de la garganta de Callaghan y no lo entendí... en ese momento no lo entendía.

Cuando todos se estaban yendo y las luces se estaban apagando mi padre salió del despacho con su fiel amigo, mi madre lo despidió pues quería irse a la cama y yo intenté seguirla, sin éxito.

"Quédate un momento, Isabel"—, me pidió y asentí, sabía que los negocios que mi padre tenía con él eran importantes y debía ser cordial.

Mientras hablaban de trabajo la mano de Callaghan se posó en mi hombro, atrayéndome a su cuerpo, sonreí con temor ante sus movimientos, sin embargo, el no hizo más. Las risas no cesaban y mi padre parecía estar fuera de si, había bebido demasiado o eso pensaba yo, cuando de un segundo a otro se había dormido en el sofá, frente a mi.

Ojos tristesWhere stories live. Discover now