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No solo me "acostaba" con Isabel, me estaba enamorando de ella y de todos los problemas que eso significaba, tenía terror de que alguien más lo descubriera pero no había manera de parar mis sentimientos, ahora que ella se iba todo sería más fácil... o eso esperaba.

Los tíos de Isabel iban diariamente a visitarla para comenzar a ganar su confianza, ella no parecía convencida de querer verlos y me preocupaba la situación, una vez fuera del país, ella estaría completamente desprotegida.

—¿Charlie?— mi pequeña niña habló bajo desde la puerta de su habitación, eran pasadas las dos de la mañana y yo seguía buscando el último rastro que Callaghan nos había dejado.

—Hola, Isabel, ¿todo bien?— Ella negó—, ven aquí—, moví mi computadora de mis piernas y abrí mis brazos para ella, sus pasitos hicieron un sonido en el piso mientras se acercaba y se acurrucaba a mi lado en el sillón.

—Soñé con él—, admitió y la miré.

—Él no volverá a hacerte daño—, dije acariciando su cabello, me sorprendía como podía verla como a una niña en algunas ocasiones y luego de un momento a otro volvía a ver a la mujer que era.

—El me hace daño todos los días—, me contestó y ella tenía razón, yo no podía evitar que Callaghan la dañara, ya lo había hecho tanto que era constante su sentimiento.

—Pero no se acercará a ti, de eso me encargo yo—, prometí y me miró desde mis piernas y tocó mi mejilla poniéndose boca arriba.

—¿Vas a matarlo?— negué— debes, de otra forma escapara y me va a lastimar—, sus ojos mostraban toda la preocupación y el dolor.

—No puedo matarlo, Isabel, debo hablar con él, tiene que decirme dónde están los demás niños—, le recordé.

—¿Por qué el podía salir de la casa y andar como si nada por las calles?— su pregunta me la había hecho yo miles de veces, ¿cómo demonios era posible que Tristán Callaghan tuviera ese privilegio?

—El dinero es un arma de doble filo en el mundo—, expliqué la única teoría que se me hacía coherente.

—¿Lo ocultan?— asentí—, él puede estar en cualquier lugar—, afirmó y volví a asentir.

—Pero créeme que si estuviera cerca yo lo sabría—, aseguré y ella sonrió levantándose del sillón y plantando un beso casto en mis labios—. Te quiero, Isabel—, su mirada se ensanchó.

—Gracias, Charlie—, no era la respuesta que esperaba, definitivamente no era lo que creí que sucedería.

—¿No me quieres también?— me vi obligado a preguntar. Su sonrisa desapareció como si apenas se diera cuenta de lo que me había contestado, asintió rápidamente.

—Sí—, rio nerviosa—, claro que sí, claro—, no creí una palabra pero me forcé a sonreírle, no podía obligarla a quererme, no con todo lo que le había sucedido...

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Sandy Williams

¿Tienes la información que te pedí?— dijo la voz ronca y fuerte de hombre frente mi, estaba aún molesta y ofendida, completamente indignada por lo que Charles había hecho y en este momento firmaba la sentencia de muerte de Isabel Gehenna.

—La tengo—, sonreí, que una vez Charles me hubiera dejado era suficiente, dos era una imposibilidad, si la causa era esa maldita de Isabel con más razón.

—Con esto sacarán a tu noviecito de la policía por lo que le resta de vida—, se burló.

—Me importa poco abogado, todos deben saber la verdad—. Quizá me adelanté en algunos hechos y entiendan poco de lo que sucede, pero... hace casi un año estuve viendo a un abogado luego de lo que Charles me había hecho, el me ayudó a llevar el caso ante la corte, aunque ni siquiera fuera necesario por qué Anderson se declaró culpable de inmediato, tan noble que era. En fin el abogado era un hombre fuerte y decente, era alto y muy bien parecido y aunque él me dijo que era viudo y sólo vivía con sus hijas adoptivas jamás quiso involucrarse conmigo, fuera de todas mis sugerencias. Aún así ahora volvía a necesitar de su ayuda, Charles se acostaba con su caso, una chica dañada psicológicamente, lo cual era una clara violación a varias reglas y yo me aprovecharía de la información.

Ojos tristesOnde histórias criam vida. Descubra agora