Capítulo 19

776 22 6
                                    

—Oye tío, ¿no has visto a Cynthia? —le pregunté a Alan. Ahora que ya tenía carro, y no necesitaba aventones hacia la escuela, lo miraba hasta que llegaba a la universidad.

—No, no la he visto —cerró su casillero—. Bueno, tampoco es que sea la primera persona que busco cuando vengo.

—Tranquilo, solo preguntaba —últimamente parecía que Alan había cambiado de hormonas y ahora menstruaba entre semanas—. ¿Qué es lo que te pasa? —Alan ni siquiera me observó— Es decir, sé que lo que hizo Jennifer fue malo y te lastimó pero…

—¡Ese es el problema Jason! —gritó— ¡Ese es el maldito problema!

—Alan, yo solo…

—¡No eres solo tú! Son todos.

—¿A qué te refieres?

—Si me enojo, creen que es por Jennifer. Si sonrío, creen que volvimos. Haga lo que haga, todos creen que es por ella. Todos saben lo que pasó y todos se empeñan en recordármelo — suspiró—. Solo intento superarlo y seguir adelante, pero el mundo no me deja. ¿Debo cargar yo con el sufrimiento de la relación? ¿Todo esto es acaso una clase de juego o es simplemente lo que merezco?

—¿Por qué lo harías? No has hecho nada malo.

—Pues eso pareciera —Alan se colgó la mochila en el hombro, dio la vuelta y se fue.

Suspiré y miré mi reloj. Tenía dos horas antes de mi hora libre más próxima, pero definitivamente no quería recibirlas.

Saqué mi celular y le envíe un mensaje a Cynthia.
“¿Dónde estás?”

La respuesta fue casi inmediata, como de costumbre.
“En mi casa. Estoy enferma.”

Contesté en cuanto recibí el mensaje. No me gusta contestar muy tarde.
“Está bien. Cuídate, preciosa. Pasaré a visitarte en cuanto pueda. Te amo.”

Cerré mi casillero y me dirigí hacia la salida. Hacia el edificio de psicología.

—Disculpe profesora —dije, tocando la puerta. La maestra de Loren era muy joven para ser maestra. O al menos eso parecía.

—Sí, dime… —empezó a decir.

—Jason —dije.

—Jason —repitió—. Dime, ¿qué se te ofrece?

—El director manda a llamar a Loren…

—¿A Loren? —asentí— ¿y por qué…? Es decir, nunca te había visto en este edificio —abrí la boca para decir algo, pero la profesora habló primero— Ah, ¿acaso tú y ella…?

—¿Novios? —dije sonriendo— No. Aún no.

—Ni lo seremos —contestó Loren poniéndose de pie—. Con permiso, maestra.

—Por supuesto —le correspondió la mujer, y siguió dando su clase.

Me volteé hacia el pasillo y vi que Loren ya iba bien avanzada, en dirección hacia la oficina del director. Tuve que correr para alcanzarla.

—¿Para qué me quiere el director? —soltó, una vez que llegué a su lado.

—Sí, sobre eso… él no te mandó a llamar.

Loren frenó en seco.

—¿Cómo? ¿es en serio? —asentí— Entonces… espera, no me digas que tú…

Sonreí. Luego, asentí.

Me senté en el sofá del café bar.

—¿Podrías simplemente sentarte y comer? —le pedí— Hasta los perros pueden hacer eso.

Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora