Capítulo 24

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Manejé a toda velocidad hasta el hospital más cercano que había. Iba a una velocidad tan grande que me estacioné en el medio de dos lugares y cuando el vigilante me llamó la atención simplemente lo ignoré y seguí con mi camino.


La adrenalina, el miedo y la incertidumbre me invadían y me corrían por las venas como si fueran sangre. Era uno de esos momentos en los que tu vida pende del hilo de la incertidumbre sobre lo que es y lo que será, y donde lo que pudo haber sido queda en el cajón del olvido.


Entré a la sala de emergencias de manera desesperada. Avancé hasta el despacho de la enfermera encargada.


-Señorita, quiero saber dónde están mis padres -pedí de la manera más calmada y educada que pude, aunque la desesperación se me estuviese saliendo por los ojos.


-Sí, solo necesito su apellido, por favor.


-Me llamo Jason Carter, mis padres son Will y Amanda Carter -observaba a mi alrededor con desesperación, como si esperaba que súbitamente mis padres atravesaran esa puerta y me dijeran que todo estaba bien.


-Sí, acá están -respondió la enfermera, viendo el registro en su computador-. Sus padres...


-¿Jason?


Me giré de inmediato, aún con algo de esperanza. La enfermera guardó silencio. Alan avanzaba hacia mí, y la esperanza comenzaba a desvanecerse.


-Está bien, yo me encargo de informarle -dijo Alan a la mujer, quien siguió su trabajo.


-¿Informarme de qué, Alan? ¿Qué está pasando?


Alan comenzó a caminar a mi lado y me rodeó los hombros con un brazo.


-Tranquilo, primero siéntate -me dijo cuando estuvimos frente a las sillas de la sala de espera.


-¿Sentarme? ¡No quiero sentarme, quiero saber qué está pasando! -exigí.


-Lo sabrás, pero primero debes sentarte.


Me senté de mala gana.


-Listo, ya está, ahora habla.


-Necesito que te calmes y me escuches -dijo-. Lo que te voy a decir necesita ser procesado, así que te explicaré despacio y con los detalles necesarios, ¿entendido?


Asentí, inseguro. Uno solo debe preguntar cuando está seguro de que podrá soportar la respuesta, y justo en ese momento yo no estaba seguro de que podría hacerlo.


-Hoy por la mañana en la universidad, no llegaste; o al menos no te vi -comenzó a explicar Alan-. Pensé que podrías haber estado enfermo o que te habías quedado dormido, pero lo que podía dar por seguro era que no llegarías luego, cosa en la que me equivoqué.


»Al salir de mi última clase decidí pasar por tu casa un rato, pero al llegar encontré un grupo de hombres corriendo fuera de la casa y subiéndose en una camioneta negra.


Alan hizo silencio, dándome tiempo para procesar la información que me estaba brindando. De inmediato, el recuerdo de aquella camioneta oscura pasando frente a mi casa atravesó mi mente. Alan buscó mi mirada con la suya, pidiéndome permiso para proseguir, a la cual contesté con un leve movimiento de cabeza.


-En cuanto los vi supe que algo andaba mal -continuó-. Estacioné el auto y me bajé corriendo para ver qué había pasado. Al entrar, unas cuantas cosas estaban rotas o tiradas por el suelo.


-¿Y mis padres? -pregunté urgido.


-Ambos estaban en el suelo. Tu madre en la cocina y tu padre al pie de las escaleras. Ambos sangrando.

Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora