Capítulo 15

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Era mi segundo día de trabajo en la tienda y hasta ahora no había tenido ningún inconveniente. Pasaba sentado detrás del mostrador desde que llegaba hasta que me tocaba irme. No había manera alguna de entretenerme, aparte de ver a la gente pasar y jugar Solitario en el computador.

Por otro lado, mi celular no dejaba de sonar. Llevaba al menos cinco minutos seguidos vibrando en la bolsa trasera de mis pantalones. Mi trasero temblaba como chihuahua. Harto de sentir el maldito celular, llevé mi mano hacia mi bolsillo y saqué el celular. Observé la pantalla. Era Alan.

—¿Aló? —dije, contestando.

—Jason, ¿qué pasa? ¿por qué no contestabas? —abrí la boca para responder pero Alan se me adelantó— No me digas que estoy interrumpiendo una candente cita.

—Si te refieres a una computadora y a mí, entonces sí —bromeé—. Lamento informarte que nos vamos a casar y lo nuestro Alan, ya no podrá ser.

Alan se sorbió la nariz del otro lado del teléfono. Luego de una pausa, ambos reímos.

—Y bien, ¿qué pasa? —le pregunté a Alan, mientras analizaba mi próxima jugada de cartas.

—Adivina que fecha es el sábado —dijo con un tono animado. Me di la vuelta y observé el calendario que Jade tenía colgado en la pared. El sábado sería septiembre dieciocho.

—Escucha, Alan…

—Nada de eso hermano —me interrumpió—. Es tu cumpleaños, y quieras o no, vamos a celebrar.

—Alan, ya hemos hablado esto —me pasé una mano por el cabello—. El año pasado fue lo mismo. Me dijiste que haríamos una pequeña tertulia y terminé en la cama con una chica, una cabra en mi baño y con un tatuaje de un ancla en la espalda.

—¿Y me vas a decir que no te gustó? —sonreí ante el recuerdo de aquella fabulosa noche— Lo ves, no fue tan malo —suspiré—. Ya lo sabes, no hagas planes para el sábado. Te avisaré la hora.

Alan colgó antes de que tuviera tiempo para quejarme.

El hecho de que Alan me organizara una fiesta no era en sí algo malo. El hecho de tener yo que asistir una fiesta por mi cumpleaños era lo que me molestaba. No es que no me guste celebrar o irme de fiesta sino que, no me gusta que sea por mí. Cuando voy a una fiesta me gusta pasar desapercibido, ser solo un invitado más, no ser el centro de atención. Además de eso, tenía que buscar pareja y alistar un buen vestuario.

Decidí apartar las preocupaciones de mi mente por un rato, respiré profundo y volví mi vista al monitor. Justo en ese instante las puertas automáticas se abrieron. Cerré la ventana de juegos y me enderecé en la silla. No suelen venir muchas personas, pero cuando lo hacen, hay que tratarlos bien.

Una chica rubia atravesó la puerta. Llevaba unos pantalones cortos y una camisa sin mangas que le quedaba algo floja, que la hacían ver desarreglada y sexy a la vez. Su cabello iba sujetado por una coleta, a excepción de un travieso mechón de pelo que le jugaba sobre la frente, negándose a ser domado.

Me levanté de mi silla giratoria —no saben lo increíblemente divertidas que son esas sillas— y me puse frente al mostrador. Crucé los brazos y esperé a que Cynthia se acercara.

—¿Qué hace acá una señorita tan guapa? —pregunté, fingiendo una voz seria.

—Pasé a saludar —me respondió Cynthia que estaba parada a centímetros de mí.

—¿Y no piensas saludarme? —le pregunté, extendiendo los brazos hacia ella para que me abrazara.

Cynthia se rió divertida y saltó a mis brazos. Cerré mis brazos en torno a su cintura y ella me rodeó el cuello con los suyos. La presioné contra mi cuerpo lo más que podía. No quería soltarla. Ella recostó su cabeza en mi hombro, provocando que varios escalofríos recorrieran mi columna vertebral cada vez que sentía su respiración en mi cuello.

Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora