Prólogo

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Fue difícil, lo admito. La verdad es que, hacer esto nunca es fácil y esta vez, no fue la excepción.

Llevo encerrado en mi cuarto unos... ¿tres días? No lo sé, no he salido desde que hice mi trabajo. Nunca antes me había costado procesarlo tanto. Es más, creo que justo ahora, en la oscuridad de mi habitación... me hace falta.

La conocí lo suficiente. Me acerqué a ella sin que tan siquiera lo sospechase. Debo decir que soy un buen acosador. En eso se basa mi vida. Elijo a la chica, la sigo para averiguar sobre ella, me le acerco y finjo ser su alma gemela, me acuesto con ella y desaparezco. Simple. Já, soy como una prostituta sin SIDA... y en versión masculina, claro.

Volviendo a lo importante: la conocí. Al menos lo suficiente para llegar a encariñarme con ella. Le gustaban las fiestas y el desmadre. Era buena en público y mala en privado. Ojos verdes, pelo oscuro y bien dotada. No podía pedir mas.

Aún recuerdo la última vez que la vi, sentada en el viejo sofá de mi sótano con esa vestimenta que tan bien le quedaba. Por lo que sé, fue un regalo de uno de sus novios. Llevaba una mordaza en la boca, tal como me lo ordenaron. Sus ojos verdes delataban su miedo. Esperaba el momento con lágrimas en los ojos. La besé. Besé sus lagrimas. Y terminé todo de una vez. Lo hice lo menos doloroso por ella. Me hubiese gustado llegar a conocerla realmente.

Es una lástima haber tenido que matarla.



Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora