Capítulo 8

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Kelly estaba frente a mí, a muy pocos centímetros. Gracias a su cercanía y a mi altura pude ver lo que llevaba puesto sin tener que mirar de arriba abajo. Llevaba unos pantalones cortos color blanco y una camisa corta color verde que resaltaba el color de sus ojos. Su pelo suelto recaía en sus hombros con una naturalidad increíble y un pequeño mechón de pelo le jugaba divertido en la frente.

Salí de mi trance en cuanto ella se movió a mi lado, apoyándose en la barra para pedir algo. La seguí con la mirada y la escuché pedir una cerveza. Yo seguía apoyado de espalda a la barra con mis ojos posados en su perfil.

—¿Cómo estás? —le pregunté. Ella paso un mechón de pelo detrás de su oreja.

—Supongo que bien —respondió—. Tuve una semana cansada —no pude evitar sonreír al escuchar su voz.

—Debe ser difícil estar en cuarto año de universidad ¿no? —comenté. Ella volteó su mirada a mí velozmente.

—¿Cómo sabes que estoy en cuarto año? Mi sonrisa se esfumó. No puedo decirle que Anton me lo dije. Tendré que persuadirla.

—Fue una de las tantas cosas que me dijeron de ti —contesté, tratando de parecer lo más natural mientras me giraba hacia ella, apoyándome en la barra con un brazo. Ella también se giró hacia mí y tomó la cerveza que el bar ténder le tendía.

—¿Ah sí? —me preguntó, enarcando una ceja. Asentí— Bueno, Jason, cuéntame qué más te han dicho de mí.

Ladee mi cabeza y la miré con ternura. Era hermosa.

—Me dijeron que tenías los ojos más hermosos del planeta —sonrió—. Y que eras la chica más linda del instituto —se rió—. Y que tu voz era la más hermosa melodía.

Ella observó la cerveza en su mano. Yo observaba cada uno de sus movimientos. Agachar la mirada hizo que el mechón de cabello detrás de su oreja regresara a su frente. Levantó su mirada hacia mí de nuevo.

—¿Y tú qué crees? —me preguntó ruborizada.

La observé unos segundos, deseando poder detener el tiempo. Pasé mi mano por su cabello, acomodando el mechón de pelo tras su oreja otra vez. Al cabo de unos segundos, le contesté.

—Yo creo que tenían razón.

—Bueno, cuéntame de ti —le pedí.

Kelly y yo estábamos en la sala de juegos. Quería hablar tranquilamente con ella así que busqué un lugar que estuviera en “paz” relativamente —estábamos en una fiesta, no habría paz—, y la sala de juegos fue lo único que encontré. Además, a ella hasta le gustó la idea. O al menos eso dijo…

La sala de juegos era algo amplia para pertenecer a una casa. Pegadas a cada pared —excepto una— había maquinitas de distintos videojuegos, en la pared libre de maquinitas había un pequeño despacho con unos cuantos refrigeradores y máquinas para hacer malteadas y granizados, y en el centro estaban todas las mesas. Kelly y yo nos encontrábamos en la más cercana al despacho.

—¿Qué quieres que te cuente? —me dijo, juguetona.

—Cuéntame lo que te gusta hacer.

—Hmmm… —lo pensó unos momentos— me gusta… ¡viajar!

—¿Viajar? —pregunté. No esperaba eso.

—Sí. Me gustaría viajar por todo el mundo —dijo sonriente.

Me reí y bajé la mirada a mi cerveza. Kelly tomó mi mentón y levantó mi rostro. Estaba sonriendo.

—¿Y a ti, qué te gusta Jason? —me preguntó, con voz dulce.

Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora