Capítulo 9

1.1K 46 3
                                    

Traté de abrir ambos ojos pero solo pude abrir el izquierdo. Cada vez que intentaba abrir el derecho una punzada de dolor recorría el lado derecho de mi cabeza, así que decidí mantenerlo cerrado. 

Giré la cabeza para que mi media visión pudiera abarcar toda la habitación en la que estaba. Un librero y una cancha de básquet: estaba en la habitación de Alan. Intenté sentarme en la cama pero mis músculos estaban demasiado adoloridos. Volví a acostarme. Me dolían los brazos y la espalda. Respire y volví a intentarlo. Hice una mueca de dolor pero logré sentarme.

No había nadie en la habitación. Me levanté y me dirigí al baño; tenía que saber cómo me quedó la cara. Entré al baño y me vi al espejo. Por Dios. Tenía el ojo tan morado que parecía negro. Y además, estaba inflamado. Alguien tocó la puerta y de inmediato la abrió.

—Jason, ¿ya te despertaste? —era Alan— ¿Jason?

Salí del baño. Alan traía únicamente un pantalón de pijama y un plato en la mano.

—Genial, ¿cómo… ¡wow! —exclamó, retrocediendo un poco, algo sorprendido— te ves terrible.

—Gracias —dije con sarcasmo. Señalé sus pijamas—, tú también te ves genial.

Alan observó sus pantalones y sonrió. Regresé a sentarme a la cama.

—Toma —dijo, tendiéndome el plato que traía—, mamá los hizo para ti.

Observé el plato, eran unos waffles recién hechos. Se veían exquisitos.

—Gracias —mascullé.

Alan me tendió un par de cubiertos y yo los tomé. Crucé las piernas sobre la cama. Al hacerlo, el dolor volvió a mi espalda. Alan tomó la silla de su escritorio, la giró y se sentó en ella, justo delante de mí. Corté un trozo de waffles y me lo llevé a la boca.

—Hmmm…

—Buenos, ¿verdad? —preguntó Alan. Asentí, saboreando cada vez que masticaba— Bueno, ¿cómo te sientes? —me preguntó. Me tragué el trozo de waffle.

—Bueno, me duele cada músculo y no siento mi ojo derecho —dije—, pero supongo que no moriré.

Alan solo asintió. Estaba más serio de lo normal. Algo estaba pasando.

—Oye, ¿estás bien? —pregunté.

—Algo así —contestó.

—¿Qué pasa?

Alan permaneció un rato en silencio, como si buscara las palabras adecuadas o tan solo no quisiera recordar lo que le pasó.

—Anoche discutí con Jennifer —dijo al fin. Enarqué una ceja.

—¿En serio? ¿Por qué? —no era usual que Alan y Jennifer peleasen.

—No fue nada serio, la verdad, pero me puso a pensar.

—Carajo, habla de una vez —dije. Estaba empezando a alterarme.

—Me dijo que no entendía por qué me juntaba contigo. Que no debería hacerlo. Que no eras la clase de amigo con el que debería llevarme.

¿Qué? ¿Jennifer dijo eso de mí? No lo entiendo, siempre parecí caerle bien.

—Tranquilo hermano —le dije a Alan, tratando de consolarlo—, debió haberlo dicho sin pensar —Alan no parecía muy convencido—. Además, recuerda que estuvo tomando.

—Lo sé —contestó él—, pero Jason, eres mi amigo. Quiero decir, es mi novia pero, no tiene derecho de hablar así de mis amigos. Y mucho menos de ti.

Muriendo Por El Asesino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora