3. Inocente de mí.

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Parece una chica, y me recuerda a los idiotas que solíamos encerrar en los baños del navío militar de la marina, es idéntico a uno que se llamaba Paul. Yo solía escupir a Paul en la cara, y estoy seguro de que el bastardo se excitaba con eso. Desagradable Paul, espero que la vida siga escupiéndole la cara.

Pero no, hay algo diferente respecto a este. Tiembla, como una hoja y es blanco, podría jurar que tiene la piel suave y lampiña. Esas cualidades en este lugar equivalen lo mismo que ser una chica, porque todos somos tíos. Así que esos signos de feminidad son difíciles de ignorar.

Me preguntó como sonaran sus huesos al romperse, o su cráneo. Podría ofrecerle un trato, si cuando le haya arrancado la mitad de las uñas sigue sin soltar un quejido, entonces le dejare ir.

¿Seré así de bondadoso esta noche?

No lo sé, quizá es por su piel.

Pero no me parece justo, es como si el chico tuviera ventaja, y en realidad no es más que basura traída directamente aquí para que se descomponga junto a todos nosotros. Me pregunto qué tan loco estará, intento adivinar si le han traído aquí por incendiar su escuela o por asesinar a sus padres. Opto por lo segundo, es más coherente y lo hace más interesante.

Como cualquier otro maricón, tiene la carita delicada y asustada. Su miedo es algo diferente, no resulta patético y divertido como la mayoría, es más bien reconfortante.

Me gustaría abrirlo, para ver de que esta hecho por dentro. Quizá su piel esconde algo debajo y por eso se ve tan suave y delicado por fuera.

Me repele, pero no puedo dejar de mirarlo.

No sé porque me he olvidado de que quería dormir antes de todo esto, antes del cabello negro y la piel pálida, no sé si quiero estar despierto para ver esto. Tengo dos opciones restantes, le podría preguntar a mi amigo Jesucristo, quién ya no puede observarme, pero él seguro movería la boca, prejuicioso como suele ser, y me diría que debo dejarlo ir porque es inocente, inocente de mí.

O podría pedirle su opinión al cuchillo. Imaginar su respuesta me saca una sonrisa.

Decido que ya he perdido demasiado tiempo y he observado suficiente, cara o sello da siempre lo mismo, de cualquier manera, todos vamos a tener el mismo final aquí. Así que no importa cuanto tiempo tarde. Incluso puede que me lo agradezca.

Alargó un brazo detrás de la estatua cuando sé que tiene la mirada clavada en la silueta. Luego extiendo el otro, y sé que desde las sombras pareciera ser que el Jesucristo esta elevando los brazos. Veo que sus ojos destellan con horror y eso me causa un subidón de energía tremendo, es una chispa que reaviva varias cenizas.

Vuelvo a colocar los brazos detrás de mi espalda, saco el cuchillo del pantalón y siento que me reconforta, que apoya mis decisiones, que me brinda todo lo que necesito en este momento. Que me da la fuerza para acabar con el chico bonito.

Comienzo a caminar hacia él al mismo tiempo que veo en sus ojos crecer otra llama, su mirada no tiene tanta malicia, pero estoy seguro de que no es inocente. No es tan inocente como para meterse aquí sin esperar ninguna consecuencia. Es mi territorio, mi lugar, mi estatua y mi cuchillo. Todo aquí dentro me pertenece, cada maldita silla, cada vidrio, todo.

Y si se ha metido aquí, entonces también me pertenece. Y eso significa que puedo hacer lo que quiera con él. Puedo romperlo como a la madera, puedo reducirlo a trozos de la misma forma que podría quebrar el mármol. Puedo quemarlo hasta los cimientos porque es mío.

Me pertenece desde que cruzo el portón.

Veo que duda, por un momento.

Y luego se echa a correr. Trata de llegar a la puerta, como todos, predecible y aburrido. Así que me quedo quieto, perseguirle no me hace tanta gracia cuando no hay posibilidad alguna de que salga de aquí, vivo.

Killing EddieWhere stories live. Discover now