2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.

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No fue así. Aquella puerta jamás se abriría. El miedo era lo único que se tomaba un lugar en mi cuerpo, se acomodó en mis ojos como un invitado permanente. El terror me vaciaba el espacio y de repente me sentí como si flotara, como si yo me convirtiera en mi propia jaula. Al tocarme los nudillos, estaba hecho del mismo hormigón frío y devastador.

Me llevé las manos a la cabeza. Recordé uno a uno los hechos, porque ciertamente aquella era una pesadilla de la cual no estaba despertando, así que, por lo tanto, esta era la realidad.

Recordé el portón de Ashton Hall, un jardín oscuro, una silueta que corría y se la tragaba la oscuridad. El sonido de una puerta al cerrarse, y luego, el doctor.

Después del doctor, nada. Solo un pinchazo.

¿Quién diría que una pequeña aguja te podría cambiar la vida?

Ahora solo era oscuridad y hormigón.

De repente, bajo la rendija de la puerta, en la luz se formó una silueta. Los pies de alguien se detuvieron allí. Una, dos, tres respiraciones, las conté cada una. El desconocido parado afuera aspiraba el aire como si estuviera tratando de olerme a mí.

Luego, un toque, la madera vieja resonó bajo unos dedos. Yo me quedé paralizado como una estatua. El extraño tocó de nueva cuenta al no recibir respuesta, de manera más ansiosa.

Permanecí quieto. Estaba encerrado en algún lugar de Ashton Hall, bajo una densa y temible oscuridad, con un extraño que se impacientaba al tocar la puerta.

—Toc Toc —dijo desde afuera la voz de un hombre, alguien que evidentemente trataba de dulcificar su tono, pero lo que lograba era un sonido chillón y espantoso.

Un sonido que chillaba en mi cerebro de lo aterrador que resultaba, lo primero que llegó a mi cabeza en ese momento es que de seguro así es como sonaría la muerte si fuera una canción. Una canción que toca la puerta.

—Vamos, se supone que tienes que decir ¿Quién es? —dijo desde afuera.

Sentí las lágrimas recorrer mi rostro. Me lleve una mano a la boca rápidamente para reprimir el sonido de un sollozo. El miedo comenzaba a frenarme los latidos, a bajarme la presión sanguínea.

—Aquí lo único que abre una puerta es un secreto —continúo hablando el hombre. —¿Tienes un secreto para mí?

¿Qué se supone que debería hacer? Me pregunté. ¿Responder a aquel lunático o esperar a que lanzará la puerta? Desde la luz se notaba que estaba comenzando a mover los pies con impaciencia, pasaba las manos nerviosamente por la puerta. ¿Y si tenía razón? ¿Y si la puerta se abría desde afuera?

Apreté las manos en un puño, utilizando mi parte racional. Al hablar, la voz me salió en un chirrido, débil y aguda, como si llevará un vidrio metido en la garganta.

—Si —respondí.

Afuera, el hombre saltó con aparente alegría.

—¡Si! ¡Si! ¡Si! —repetía —Una nueva cara solo significa un nuevo secreto, ¿Qué secreto guardas?

No tenía la menor idea de qué estaba hablando, y eso daba más miedo a que me amenazara de muerte.

—Te contaré mi secreto si abres la puerta —dije, nuevamente más en un quejido que en un sonido normal.

El hombre resopló.

—El secreto abre la puerta —dijo.

—¿Cómo sé que puedes abrirla? —me aventure a preguntar, apelando a la parte de mi mente que no se encontraba drogada o se estaba volviendo loca.

Killing EddieWhere stories live. Discover now