Capítulo 27 - Desolación

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—Escuché... que te gustan mucho las flores —insistió William, en un tono tranquilo. —las personas dicen que robaste muchas de ellas... es algo lamentable ¿sabes? Viene el festival de primavera, no habrá muchas que lucir este año...

Pero ella continuaba tarareando en voz baja, calmando al pequeño.

—Tengo curiosidad, ¿por qué te gustan estas flores en específico?

"Ra..."

—¿Ah?

"Raras..."

—¿Son raras?

Y ella asintió.

—Mmm, creo que la palabra perfecta para definirlas sería especial, ¿puedo verlas?

Ella hizo caso omiso a sus palabras, debido a que no se mostraba hostil, William aprovechó esa oportunidad para acercarse y sentarse a su par. Darien hundió sus labios, temeroso por cualquier imprevisto. Sin embargo, William sostuvo con cuidado una de las flores y la analizó detenidamente.

—Parece que las personas del pueblo adoran traer flores extranjeras, seguro será un festival muy bonito, ¿tú qué opinas?

Aquella mujer se limitó a soltar un suspiro en las pestañas del bebé, provocando una pequeña risa en él. Ese sonido melodioso causó en ella una sonrisa diminuta. William podía ver su perfil, la manera en la que su cabello rizado caía con gracia y sus delgados labios formaban una curva delicada. Su piel era tostada y lucía cocida como trapos viejos, después de todo es así como lucían los espectros agonizantes. Pero a pesar de ello, ante los ojos de William lucía como porcelana, fría, frágil y sumamente preciosa. Había hilos desatados, sea lo que sea que cargara consigo, debía ser fuerte. Pues tal como pasa con la cerámica, se crean grietas y en la tela se desatan los hilos.

—Me gustaría saber tú nombre, ¿cuál es?

"No recuerdo..."

—Es una lástima... —suspiró. —¿Qué me dices de las flores? ¿Sabes cómo se llaman?

"Ko..."

—¿Ko?

"Ki...a"

—¿Ko... kia? ¿Es así?

Ella asintió.

—Tienen una apariencia distinta a lo que conozco, ¿sabes? Soy un amante de las buganvilias... quizá algún día siembre junto a ellas cientos de kokias, ¿crees que se verían bien?

"Raro..."

William sonrió.

—Puede que tengas razón, se verá un contraste muy raro... pero será único... dime algo, ¿Te gustan los niños?

"... s...sí"

—¿Sabes qué aman los niños? Las canciones de cuna, ¿puedo tocarle una canción? Traje un violín, seguro le gustará

Ella guardó al pequeño en su pecho y le miró molesta. Su expresión se había vuelto hostil, pero William únicamente sonrió nervioso.

—Tranquila, no haría nada que lo lastimara... tengo un oído delicado también, así que puedes confiar en que no será una mala canción

"..."

—Solo escucha con atención, sé que también te gustará

"..."

Y entonces, William colocó a Catarsis sobre su hombro y deslizó con cuidado el arco sobre las cuerdas. En un principio la melodía se mostró baja, sin embargo, las pequeñas notas subieron de tono formando algo armonioso y suave. Era la primera vez que William ocupaba aquella sonata, aún no tenía un nombre específico, pero sabía para qué emplearla. La usaría contra los espectros agonizantes, sería de utilidad para encontrar la razón de su dolor y arrancarlo de raíz, liberándolos de esa carga que llevaban consigo.

Sonata espectral de un alma solitaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora