Sí, lo escucharon bien.

Mi hermano era fan de Alex.

Siempre que venía a casa, tenía que hacer todo lo posible para no dejar que se lo llevara a su cuarto a jugar video juegos y todo esas cosas que solían hacer. Mi propio hermano intentaba quitarme a mi novio. Un clásico.

Me acerqué a él lentamente.

—Está misma te jalará los pies en la noche —susurré.

Connor abrió sus ojos.

—¡No! —gritó—. ¡Que horror!

Y salió disparado escaleras arriba.

—Me preguntó que día dejarán de llevarse así —preguntó mamá mientras se levantaba y se acercaba a mí.

—Todos los hermanos lo hacen.

—Lo sé —asintió.

Alguien tocó al timbre, y sonreí como tonta.

—Ya llegó —chillé. Mamá puso los ojos en blanco y negó con su cabeza y me dio una sonrisa. Sí, Alex le caía bien.

Es que, ¿quién no iba a adorar a ese chico?

Fui corriendo emocionada para abrirle la puerta.

Mi quijada tocó el suelo.

Alex traía puestos unos jeans ajustados de color negro, que le quedaban como si fuesen un guante de látex. Una camiseta de color blanco y una chaqueta negra. Tuve que tragar saliva para poder continuar con mi inspección.

Se había pintado el cabello con una especie de spray de color platinado y le habían pintado el rostro como a mí.

—Joder —susurré.

—Sí, joder.

Mis ojos buscaron los suyos, y fue cuando me di cuenta que él había hecho exactamente lo mismos que yo.

—Te ves delicioso.

—Lo mismo digo, bombón —sonrió.

Volqué los ojos.

—¿Ya vas a empezar de nuevo con eso?

Últimamente le encantaba llamarme de ese modo, ya que decía que mi cabeza era como una cabeza de bombón.

Uno de color rosa.

No le encontraba la gracia, pero eso lo hacía tan feliz que no podía arrebatárselo. Me acerqué para darle un beso.

¿Y les cuento algo? Besaba mejor que en el sueño.

Mis labios acariciaron los suyos, y los de él se mantenían al margen pero, aún así, lograba despertar cosas en mí.

Él se separó.

—¿Por qué tan corto? —hice un puchero.

—No quiero que mi suegra se enoje conmigo.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Where stories live. Discover now