26. El espacio

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Capítulo Veintiséis

El espacio

Ya casi habían pasado dos semanas.

Los días se estaban convirtiendo en una completa tortura, es como si estuviese en una pesadilla y no pudiese despertar de ella. La casa se había sentido tan sola y fría sin su presencia aquí, es como si todo estuviese oscuro y necesitara de ella para que existiese una luz. Esa misma que nos traería felicidad y tranquilidad a todos nosotros.

Llevaba al rededor de una hora sentada frente al ordenador intentando terminar las tareas pendientes.

No me podía concentrar.

Brianna me había obligado venir a la casa para que no me atrasara con los trabajos. Leo se había encargado de traerme los apuntes de Shelley, ya que los suyos no me iban a servir de mucho. Es que no entendía cómo podía mandarme a la casa y esperar que esté aquí tranquila.

No puedo quitarme el pendiente de que mi madre puede despertarse en cualquier momento y que yo no estaré allí.

Me dijo que me avisaría, pero no es lo mismo.

No me quedo de otra que forzarme a entender lo que decían las anotaciones de Shelley y copiar todo. Era tan raro hacer todas estas tareas y saber que no podía ir a la escuela con todos ellos y fingir que todo estaba en orden. Mi vida había dado un giro de 180° y no podía hacer como si nada que lo había pasado no fuese cierto. No sería justo para mi familia. Era meterme en una burbuja llena de mentiras e intentar alejar a la realidad de mí.

El único que podía hacerlo era mi hermano y no le servía de mucho. Al igual que nosotras él también se miraba decaído y sin ánimos de nada. Las veces que me había tocado estar con él en la casa no lo había visto jugar video juegos con sus amigos, solo ver la televisión en silencio y sin moverse. Todos nos habíamos convertido en una especie de muertos vivientes. Era impresionante cómo los seres humanos reaccionamos al dolor y temor de la posible pérdida. En el fondo sabía que no deberíamos estar así, que no era bueno para mamá nuestra negatividad. Solo que ya habíamos perdido a uno de nuestros pilares y el pensar en perder el segundo.

Nos aterraba.

Estos días me había intentado convencer de que nada de lo que había sucedido era mi culpa. Solo que si lo pensaba un poco mejor, siempre encontraba algo, eso que hubiese hecho diferente si pudiese atrasar el tiempo. Pero eso era completamente imposible, no podía atrasar el tiempo y mucho menos corregir todos mis errores. No había vuelta atrás y me era difícil pasar página. Es tan jodidamente complicado ser alguien optimista en tiempos como estos.

Era como pedirle a un ave que vuele sin sus alas.

Ya me habían arrancado una hace algunos años y en estos momentos amenazaban con arrebatarme la otra. ¿Qué se suponía que debía hacer? Porque quedarme quieta sin hacer nada por ella no era una opción, es por eso que las veces que me han dejado verla siempre intento animarla.

No sé si ella me puede escuchar, aunque espero que sí sea así. Mi madre tiene que saber que estamos esperando a que vuelva con nosotros y que seremos la fuerza que necesita para recuperarse. Ella debe de pelear con lo que sea que quiere alejarla de nuestro lado. Sé que podrá.

Y yo no me rendiré.

No puedo hacerlo después de todo por lo que hemos y he tenido que pasar a lo largo de este tiempo. Estoy segura que a ninguno de mis padres le gustaría que lo hiciese. Así que estoy agradecida con las personas que se han mantenido conmigo, y sé que son pocas y que podría contarlas con los dedos de mis manos. Solo que siempre he creído firmemente en que es mejor la calidad que la cantidad. Y me refiero a todos los ámbitos posibles.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora