7. Juntos

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Al separarse de su grupo Lolito pudo por fin tener para el solo a Mangel; habían estado pegados como chicle desde que se habían conocido, pero Rubius había estado intentando entablar conversación y recuperar a su amigo de lo que parecía un trance demasiado extraño.

El de pelo anaranjado no quería llamar la atención de los demás a su forma de ser, ni tampoco a su forma de desconfiar, pero es que era la primera jodida vez que podía sentirse completamente seguro y libre con una persona, y ni el teñido ni nadie le iban a quitar esa esperanza de haberlo encontrado.

Lolito tenía absolutamente motivos para desconfiar en la gente en general, su pasado había sido demasiado doloroso y complicado, creando un ser desastroso y sediento de cosas impredecibles y caóticas. Pero en ese momento, junto a Mangel, sentía solo paz y silencio en su cabeza.

El tímido chico que seguía con tranquilidad por las colinas a Lolito ya había perdido mucha de esa timidez al ser bienvenido con su honestidad e intensidad pura; parecía ser mentira que habían estado unos días juntos sin parar de hablar y disfrutar de ese encuentro tan extraño como una oportunidad y no un obstáculo.

Mangel había pasado demasiado tiempo asustado de nunca poder encontrar alguien que lo entendía, sintiendo que aunque podía encontrar amigos como Rubius no hallaba alguien que viera su valor; pero Lolito lo vió y lo hizo sentir que lo veía desde un principio. No jugó juegos ni lo confundió en si lo quería o no, simplemente dió un tiro al vacío dando el cien de su persona a Mangel, aun siendo un extraño; eso lo había vuelto completamente loco.

La calma y pasión que el llevaba hacía que el pelinaranja se sintiera mucho más atraído. Los dos habían de alguna forma encontrado confort en el internet, escondiéndose de tener que encontrarse con gente que les pareciera ridículos o extraños; pero ahora la suerte los había puesto juntos.

—Jode' tío estamos locos-sonrió el pelinaranja mientras caminaba junto al otro.

—Completamente locos-afirmó nervioso sonriendo el azabache.

No se decían nada de lo que los dos estaban claramente sintiendo, solo lo sabían; deambulaban y disfrutaban de esa combinación tan extraña con mariposas en el estómago y una felicidad bastante curiosa.

La primera noche que pasaron juntos corrieron a esconderse como pudieron a una pequeña cueva, viendo toda clase de criaturas a lo lejos y prefiriendo tener esa excusa para mantenerse juntos. La única antorcha que tenían era lo que los mantenía con la luz, viéndose y riendo.

—Debería ir ahí y apuñalar a todos esos bichos con una rama o algo-confesó emocionado Lolito.

Mangel no se asustaba con comentarios así, con nada de lo que dijera aparentemente; solo asentía o se ofrecía para ayudar en cualquier locura que se le ocurriera al pelinaranja. Estaba por afirmar una vez más, pero en realidad temía por la seguridad del otro y no quería que se fuera.

—Mejor... mejor quédate aquí-pidió tímido Mangel haciendo que el otro sonriera.

La antorcha lentamente iba consumiéndose; los dos ya habían hablado de millones de cosas, tonterías, de su vida; todo. Pero en ese momento el silencio era lo que hablaba por ellos. Sus ojos se compartían de la luz viéndose fijamente y sin saber qué estaba pasando.

—Me quedaré entonces alaisimo tuyo-afirmó Lolito.

El pelinaranja que era mucho más atrevido se acercó al otro tranquilamente, sentándose a su lado y tomando su barbilla para acercarse lentamente a su cara. Mangel comenzaba a perder la visión pues los lentes estaban empañados por el calor del nervio que tenía, haciendo que se los quitara. La luz de la antorcha se apagó, pero aun así sus manos pudieron encontrarse, y sus cuerpos parecían saber y conocer cada centímetro del otro.

Su completa locura se vió reflejada en ese momento, sabiendo que conectaban en todos los sentidos; Mangel se mantenía callado y rojo por cada roce, cada caricia, soltando suspiros sin poder causar mucho ruido por su pena; Lolito sin embargo hablaba, jadeaba y repetía el nombre del otro con fuerza, invitándolo a perder el pudor completamente.

Las noches siguientes no fueron muy diferentes, no había forma de despegarlos y el calor entre ellos empezaba a ser insoportable; habían tardado tanto tiempo en encontrarse a alguien que los entendiera y quisiera de la forma en la que eran, que no querían desaprovechar ni un minuto. No les importaba si fuera un videojuego o un sueño; en ese momento solo agradecían que las circunstancias los hubieran llevado al otro.

El dúo estaba roto de diferente forma y se complementaba con el otro. Era verdad que solo querían estar juntos; ya era una adicción que no iban a poder dejar.

KARMAWhere stories live. Discover now