Capítulo 50

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Capítulo 50

ANA

Tomé aire. No podía sacar la sonrisa de mi rostro. Me sentía como una niña pequeña haciendo travesuras. Quería reírme. Quería gritarle al vacío. Quería abrazar a Lucas. Y lo más importante, quería besarlo. Se veía hermoso debajo de las luces de colores, que ahora danzaban entre nosotros y la leve pinceleada del atardecer que le otorgaba un calidez a su rostro que nunca había visto.

Se veía totalmente asombrado. Quería reírme al ver sus ojos agrandarse cada vez más y su boca formando una "o".

Me relamí los labios, nerviosa. Mi corazón iba a mil por hora.

―Necesitamos hablar ―solté, sin decir hola ni nada. Teníamos el tiempo contado y necesitábamos llegar al punto de la cuestión lo más antes posible.

Su expresión dio a entender que no quería saber nada al respecto. Me mordí el labio, sintiendo el retumbar de mi corazón en mis oídos. Por alguna razón, algo me decía que esta sería mi última oportunidad de tener a Lucas de vuelta, de que esto, cualquier cosa que sea o que llegara a ser, se cumpliese.

No importaba el hecho de que teníamos futuros en diferentes lugares, lejos uno del otro. Sabía que podríamos llegar a que funcionara.

Así que lo miré una vez más. Sentí aquellas mariposas revolotear por todo mi estómago. No me había dado cuenta de lo mucho que lo había extrañado, lo importante que era su constante presencia al lado mío. Cuando nos conocimos parecía simplemente lógico que nos viéramos todo el tiempo, pero luego de semanas sin siquiera escuchar su voz, tenerlo tan cerca de mí parecía irreal. Podía hasta incluso tocarle la mano, lo cual había sido imposible de entender los últimos días.

Cuando das por cerrada una etapa y vuelve a abrirse delante de tus ojos, ¿realmente había estado cerrada en un principio?

La presión en mi pecho me daba a entender que nunca había dejado de estar enamorada de Lucas Thompson, y que era posible que jamás deje de estarlo.

Al ver que él no decía nada, volví a abrir la boca. Necesitaba sacármelo de encima. Necesitaba que él supiese la verdad. Al menos, la mía.

―Te he mentido ―dije, lo cual hizo atraer su atención una vez más. Frunció el ceño, en confusión. Lo había tomado por sorpresa―. En realidad sí me gustabas en aquel momento, cuando no lo sabía, cuando me dijiste... aquello ―Observé que abría la boca para responder pero añadí:―, y sé que me dirás que todo era una mentira, pero no lo creo. Sé que no es así. Y no hay nada en el mundo que me haga pensar en lo contrario. Me niego a creer en esa mentira que creaste, Lucas. Piensa en otra cosa para alejarme de ti.

Cerró la boca, sin dejar de mirarme. Sus ojos recorrieron mi rostro, en busca de algo. Cuando pasaron por mis labios, se quedaron allí por más de un segundo y podrían declararme loca, pero estaba segura de que quería besarme en aquel momento tanto como yo a él.

Pero luego su semblante pasó de ser puro fuego a un hielo irrompible. Frunció el ceño y miró hacia otro lado, como si no pudiese soportar mi rostro.

―No sabes de lo que estás hablando, Ana. Si eres lista, te quedarás en silencio hasta que esto termine y así cada uno se irá por su camino.

Sentí la furia crecer en mi pecho como un animal salvaje.

―¿De qué hablas? ¿Acaso te estás escuchando? ―exclamé, casi gritándole. Volvió a dirigir su rostro hacia el mío, dejándome ver sus ojos doloridos.

―¿No lo entiendes? Soy una mierda, Ana. Si te quedas más tiempo a mi lado, te ensuciarás. Y créeme, no hay nada que odiase más que verte mal.

A este punto yo ya estaba respirando con anormalidad, sin creer ni una sola palabra de lo que decía.

―¿Mierda? ¿Es mierda el chico que no le importaba si había destruido su teléfono, o el chico que se quedó conmigo aquella noche en la fiesta, o el chico que planeó un fin de semana en una cabaña para hacerme sentir mejor, o el chico que me enviaba mensajes para hacerme reír en clase y que me decía que de seguro me iría bien con mis pinturas? ¿Cómo sería mierda una persona que sólo quería que yo estuviese feliz y que lo había logrado, aunque sea sólo por un par de semanas?

Mi cabeza daba vueltas, y mis lágrimas me gritaban para salir, para dejarlas ser libres, pero las retuve. Ya había llorado bastante.

Lucas se había quedado mudo, una vez más. Pero sus ojos contaban una historia totalmente diferente. Por un segundo creí haber visto algo parecido a esperanza en su mirada, un leve brillo que se dejaba expresar.

El tiempo lentamente pasó y ninguno de los dos dijo nada. Lucas parpadeó y observó sus manos en la barra, pensando en dios sabe qué. Ya me estaba volviendo impaciente e iba a volver a abrir mi boca, pero antes de que pensase en decir algo, habló. 

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora