Capítulo 22

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Capítulo 22

ANA

Dicen que hay cosas que uno no sabe que le falta cuando le pasan. Que hay ciertos sentimientos que uno se cree incapaz de reproducir. Que luego de aquel importante descubrimiento, es como si un corte se produjese en la línea del tiempo de tu vida. Un antes y un después. En aquel momento no sabía que estaba pasando por aquella faceta. Claro, uno nunca sabe cuando le ocurren las cosas; si no más bien una vez que pasan los días, semanas, años incluso, uno cae en la cuenta de que, efectivamente, aquella experiencia cambió su vida.

El tiempo seguía pasando, por supuesto. Pero por alguna razón aquellos meses antes del verano se habían hecho infinitos. O eso era lo que quería en su momento.

Días después de la cena en la gran mansión de Lucas, nuestras conversaciones por teléfono se transformaron en cierta forma. Cada día hablábamos más fluido, más desinteresado, como si ya nos conociéramos. Hablábamos de películas, de lugares en el mundo, de nuestras cosas favoritas, de nuestras actividades preferidas.

―¿Cuándo me mostrarás alguna pintura tuya? ―preguntó el jueves, cuando decidió pasarse en mi descanso en la tienda de ropa. Reí nerviosa.

―Jamás.

Frunció el ceño y se cruzó de brazos―. ¿No confías en mí, Ana?

Me encogí de hombros―. No sé quién eres, la verdad. ¿Cómo decías que te llamabas? ―bromeé y se echó a reír.

―Soy Lucas Thompson, un placer de conocerte ―dijo mientras estiraba la mano para que la estrechase. La aparté sonriendo.

Cole apareció detrás de él con una extraña sonrisa en él. Últimamente lo veía más feliz, ya que su padre tuvo que irse de la ciudad más temprano de lo que había planeado por temas de trabajo y mi amigo se sentía aliviado de no tener su pesada presencia alrededor de él todo el tiempo.

―¿De qué hablan tan animadamente?

―Tu amiga Ana no quiere mostrarme sus pinturas ―se quejó Lucas mirando a Cole, pidiéndole ayuda. Mi amigo me miró como si estuviese loca y negó con la cabeza.

―No te preocupes. Te los mostraré yo ―dijo mientras sacaba su teléfono de uno de los estantes del mostrador a mi costado y buscaba en su galería de fotos. Abrí los ojos, nerviosa y me mordí el labio. Alcé la cabeza hacia Lucas, quien me miraba a mí, como si me estuviese analizando. Levantó una mano para detener a Cole.

―¿Sabes algo? Ella me lo mostrará cuando esté lista ―dijo mientras me continuaba observando y le sonreí, agradecida. Luego miró la hora en su teléfono―. Tengo que irme. ¿Hablamos luego?

Asentí con la cabeza y lo miré irse. Cuando la puerta se cerró, largué aire que se había acumulado en mi interior. Cole se cruzó de brazos, esperando a que dijese algo, a lo cual simplemente me mordí el labio otra vez.

―¿Qué te ocurre? Nunca has tenido problemas en mostrarle a las personas tus pinturas ―dijo con sospecha Cole. Me encogí de hombros, sin saberlo yo tampoco.

―No sé ―admití y luego la puerta volvió a abrirse, dejando paso a una clienta. Moví la cabeza en su dirección para que Cole fuese a atenderla. Agradecí mentalmente la interrupción y continué con mi trabajo, intentando no pensar más en el tema, pero lo cierto es que cuando me imaginaba a Lucas viendo mis pinturas, algo en mi interior se descolocaba. Me daba miedo su reacción.

Caí en la cuenta de que su opinión sobre mí, al fin y al cabo, me importaba. Me interesaba saber qué pasaba por su cabeza y sobre todo sí yo aparecía en ella, si en algún momento del día pensaba en mí. Negué con la cabeza. No, no iría por ese lado. Lo último que quería era decepcionarme.

LUCAS

Volví a mi auto una vez que salí de la tienda de ropa donde trabajaba Ana y tomé mi teléfono. La temperatura había subido levemente y se notaba que el próximo fin de semana iba a hacer el clima perfecto. Abrí las notificaciones y observé la cantidad de mensajes que habían dejado mis amigos en el chat que compartíamos. Estaban hablando sobre festejar la finalización de exámenes y Will sugirió ir a la cabaña de su padre para el fin de semana. Ya estábamos a mediados de abril y la primavera había llegado con fuerza y según Ryan, que su padre tenía una empresa de forestación, el clima seguiría así hasta el comienzo del verano.

Seguí observando los mensajes mientras iban llegando, sin responder o aportar nada. Aún me sentía un poco incómodo por el hecho de que Ana no quería mostrarme sus pinturas, lo cual si lo pensaba más a fondo, no era tan terrible. Sin embargo, me molestaba que no confiase en mí o no estuviese lo suficientemente a gusto en mi presencia. No quería revolver más el tema en mi cabeza, pero no podía evitar pensar que Ana no quería saber más nada de mí. Su actitud parecía más restringida, más apagada que de costumbre y tenía el presentimiento de que se trataba de mí. O tal vez se debía al hecho de que aún no había pasado tanto tiempo desde que nos conocimos, a pesar de que desde el primer momento parecía como si nos entendiéramos.

Sacudí la cabeza levemente y dejé el teléfono en el asiento del copiloto. Luego apreté el botón del reproductor de música y dejé que el sonido me calmara mientras iniciaba mi camino hacia casa.

Durante el viaje, no obstante, se me ocurrió algo que podría llegar a atraer a Ana más cerca de mí. Sonreí como un idiota. 

Lucas y Ana ✓Where stories live. Discover now