Capítulo 14

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Capítulo 14

LUCAS

Por si me lo preguntan, no. No pensaba responderle los mensajes a Ana. Era lo mínimo que podía hacer ante la forma en que se había comportado conmigo. Quería dejar que las personas me pisotearan, que me mirasen mal o que creyeran que era algo diferente a lo que realmente era. Estaba cansado. Es por ello que decidí, a partir de ese instante, hacerme valer. Dejaría de estar escondido en las sombras, esperando que las personas cambien. No. Sabía perfectamente que no transformarían sus pensamientos por mí. Y si ellos no lo hacían, entonces quedaba yo en hacerlo.

Los días pasaban a una inexplicable velocidad. Antes de que me diese cuenta, una semana había trascurrido de los hechos y mi bandeja de entrada se encontraba vacía. Tampoco esperaba que Ana me insistiese en buscar mi perdón ni nada parecido, pero no pude evitar sentirme desilusionado al notar que todo volvía a la normalidad y que mi vida seguía siendo, al fin y al cabo, la misma. A pesar de que yo quería cambiar, mi entorno parecía estar perfectamente bien como estaba.

Decidí que era hora de buscar otros aires, de intentar algo nuevo, lo que sea. Cualquier cosa que mantuviera mi cabeza serena.

Aunque claro, siempre tenía el piano allí esperándome, pero sabía perfectamente que era una mala idea. Y lo peor era que me sentía observado por él en cada segundo que pasaba por la sala de estar.

Habían veces en las que soñaba que tocaba, con Polly a un costado, escuchando atentamente. Y cada vez que tocaba, era siempre la misma composición de siempre. Pero claro, al despertarme, olvidaba la melodía y me tenía que resignar a esperar que algún día de esos me acordase de cual se trataba.

Con un suspiro, me dejé caer en la cama. Ya era sábado otra vez y mi madre estaría llegando aquella tarde luego de una semana en Nueva York por trabajo. Cuando me preguntó por teléfono si quería algo en especial, le contesté que no se molestara y que disfrutara ella del poco tiempo libre que tenía.

Mi madre trabajaba mucho, pero también le gustaba vacacionar cuando se lo proponía. Aunque claro, todas nuestras vacaciones estaban sistemáticamente organizadas y teníamos un horario que cumplir, un lugar exacto en el qué estar y unas ciertas actividades que debíamos realizar.

Mi teléfono vibró y me dejó salir de mis pensamientos por un rato. Era un mensaje de Bianca.

Hola, Lucas! ¿Tienes planes para hoy?

Sonreí mientras le respondía. Bianca era una buena amiga. Nos habíamos conocido en mi primer día en el instituto, pero no habíamos empezado a hablar hasta hace pocos meses y la verdad era que agradecía tener su compañía. Era una chica tranquila y dulce, lo cual hacía mis días en aquel infierno más tolerables.

Quedamos en encontrarnos aquella tarde y hacer cualquier cosa. Bianca quería comprar unos obsequios y le respondí que no tenía problema en acompañarla, por lo cual decidimos vernos en el centro comercial a las cinco. Me despedí de ella y bajé las escaleras minutos más tarde para almorzar.

ANA

Todo pareció volver a la normalidad. Mi conversación con Lucas había quedado en el olvido y parecía como si hubiese sido un largo sueño. Mi padre se ponía cada vez más testarudo, pero sólo tenía que aguantar un par de días más hasta que pueda volver a trabajar y la paz reinaría una vez más en la casa. Y en mi cabeza.

Cada día me levantaba, desayunada, acudía al colegio e intentaba no dormir cada vez que el profesor hablaba sobre algo que no era para nada interesante. Dibujé mucho, pinté dos cuadros y antes de caer en la cuenta, ya era sábado otra vez. Aquel día no tenía que trabajar, pero Cole sí. Había tomado un par de turnos más para reunir dinero. Al fin y al cabo, ya estaba decidido que Cole se mudaría al terminar la secundaria y necesitaba cualquier ingreso posible. Lo envidiaba, claro; pero la felicidad y el orgullo que sentía por él era mayor.

Le prometí que lo iría a ver cuando tuviera su descanso en la tarde, que de todas formas tenía que buscar unos materiales en el centro comercial cerca de allí.

Me vestí con unos vaqueros azules claros y mi cazadora y salí una vez que tenía todo lo necesario. Empecé a caminar, con los auriculares ya posicionados en mis oídos. Al pasar por las casas con sus pequeños jardines delanteros, divisé un perro jugando en el césped. Sonreí mientras tomaba una foto de él para usarlo en un futuro.

Poco a poco las casas iban desapareciendo y los edificios se alargaban más y más, mientras que las calles se ensanchaban y las personas parecían salir de la nada misma. Recordé la primera vez que vi Lucas por aquellas calles y fruncí el ceño.

Había sido una total perra con él, lo admitía. Seguía sintiéndome avergonzada por ello, pero no había nada que podía hacer al respecto. Lucas había dejado en claro que no quería saber más nada de mí y la verdad es que en cierta forma me sentía aliviada. No tenía tiempo para otra amistad o lo que se que eso pudiese haber sido. Tenía mucho en mente, mucho en juego.

Lo único que tenía que preocuparme en aquel momento era entrar en la Universidad y largarme de allí.

Suspiré y antes de caer en la cuenta, ya había llegado al centro comercial. Estaba repleto de gente, como siempre. La primera planta era básicamente un gran círculo con un montón de locales y en el medio estaban las escaleras mecánicas. Me monté en una de ellas y dejé que me llevara.

Cuando puse pie en el suelo, tomé el camino a la derecha, conociéndolo bastante bien. Mi teléfono vibró en mi vaquero y lo saqué del bolsillo.

Te espero en 10, muchacha.

Sonreí ante el mensaje de Cole y escribí un OK rápidamente, pero antes de que pudiese presionar "enviar", algo chocó contra mí. Fruncí el ceño y tomé un paso hacia atrás. Alcé la cabeza del teléfono, un poco descolocada.

Lucas me observaba con la misma expresión, con su teléfono en la mano, como si hubiese estado en la misma posición que yo segundos antes.

Inmediatamente sentí mis mejillas calentarse. Nos miramos por unos segundos larguísimos sin saber qué decirle al otro. Finalmente, Lucas pareció tragar y luego dio unos pasos para alejarse de mí, pero sin pensarlo, cogí la manga de su buzo para detenerlo. Su cuerpo giró levemente hacia mí y con el ceño fruncido, dijo:

―¿Qué?

―¿Podemos hablar? ―pregunté en un hilo de voz. Me echó otra mirada y posteriormente asintió con la cabeza.  

Lucas y Ana ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora