Me recosté en la lápida y me cubrí el rostro con el antebrazo para que el sol no me diese en toda la cara.

—¿Qué pensarías de mí en estos momentos? ¿Creerías que soy alguien débil por dejar que mis emociones me dominen como lo están haciendo? ¿O intentarías animarme para que me sienta mejor? ¿Qué harías, papá?

Me quedé en silencio.

Una parte dentro de mí deseaba con todas sus fuerzas que todo esto fuese una especie de sueño. Ese tipo de sueño en el que al despertar en mi cama todo estuviese en orden.

Nada le hubiese pasado a mi mamá.

Y Alex no hubiese querido alejarse de mí.

Mi vida seguirá siendo esa especie de felicidad en la que estaba acostumbrándome a vivir. En que una de mis mayores preocupaciones era el qué me iba a poner al día siguiente para ir a la escuela. Ahora entendía el miedo que me había invadido en esos días. Estaba tan acostumbrada a que me pasaran cosas malas, que me era difícil disfrutar de las buena sin sentir algún tipo de miedo. Y, al final, había tenido razón el pedirle a Alex que no prometiera algo que no iba a ser capaz de cumplir. No podemos decir que estaremos con alguien cuando no sabemos lo que puede pasar más adelante. No somos una clase de vidente que puede ver el futuro y asegurarles esa clase de cosas.

Por mucho que amemos a una personas, no podemos prometerle eso. Lo único que lograremos es decepcionarla y hacer que no vuelva a confiar en nadie. No es justo

Y entonces pensé...

¿Mi madre dejaría de confiar en nosotros?

Nosotros también le habíamos fallado en todo este tiempo que tuvo que hacer las cosas solas. Tendríamos que haber buscado la manera de animarla y hacer que quisiese estar en la casa con nosotros. Pero, ¿cómo íbamos a ser capaz de pedirle algo así? Si nosotros no pudimos hacerlo, porque muchas veces preferimos estar afuera que en esa casa llena de recuerdos. Algunos tristes, otros felices, pero después de todo; eran recuerdos. Los que nos perseguían cada día de nuestra vida y nos recordaban lo mucho que habíamos perdido. No solo por nuestro padre, también la confianza que existía, esa preciosa unidad que cualquiera se atrevería a envidiar. Las salidas que solíamos tener cada domingo y regresar hasta en la noche. Ese tipo de cosas que no habíamos vuelto a hacer desde que él se fue.

—Algo me decía que estarías aquí —su voz hizo que quitara el brazo de mi rostro.

Junte mi entrecejo y observó a Leo.

—¿Quién te dijo que estaba aquí?

—Digamos que un pajarito me contó que saliste llorando de la casa y que te mirabas realmente mal.

—Connor es un chismoso —solté.

—Puede que sí lo sea, pero si él no me lo hubiese dicho yo no estaría aquí. ¿No lo crees?

—¿Y qué tal si estaba en otro lugar?

—¿Cómo en cuál?

—Podría estar con Alex.

—Mhm... Por lo que Connor me dijo por teléfono, tú te pusiste mal después de que él te visitara. Solo uní puntos.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Where stories live. Discover now