Era cierto, está muy buena.

—¡Ey, esa es la mía! —replicó.

Me encogí de hombros.

—Eso te pasa por estarme provocando.

—Isi ti pisi pir istirmi... —hizo un tonto intento de remedarme al tiempo que sacaba la otra hamburguesa—. Mejor para mí, es como si nunca la hubiese mordido.

Le respondí con el bocado en la boca.

—Me da igual, déjame comer.

—Eres una asquerosa —acusó.

—Jódete.

—Los genios andan por las nubes, eh.

—Ni que lo digas —me acerqué para tomar uno de los vasos de refresco—. ¿Cuál es el mío?

—La manzanita sol.

Le clavé la mirada.

—Esa es la que les dan a los niños con la Cajita feliz.

—Lo sé.

—¿Por qué demonios la elegiste?

—Me imaginé que te ibas a estar comportando como una niña pequeña y berrinchuda. No me equivoqué.

—Eres un odioso —acusé.

—Tal vez, pero te traje comida.

Llegué a sentir culpabilidad, y puede que tal vez si me esté pasando de amargada. Leo no tiene la culpa de nada de lo que está pasando, solo quiere ayudarme y hacerme sentir mejor. No es justo que lo trate de esta forma.

—Lo siento.

—Ya estamos a mano —respondió.

—¿Por qué?

—He sido un mal amigo las últimas veinticuatro horas, debí de haber venido ayer, pero sentí que necesitabas estar sola primero y pensar las cosas un poco. No quería que te volvieras a molestar conmigo. Lo lamento, Mack.

—Sobre eso —murmuré—, creo que yo soy la que te debe una disculpa. No debí haberte hablado así aquel día.

—Nah, estabas en tu derecho, no debí presionar.

Mi enojo se volvió a hacer presente.

—Al final tuviste razón —solté con demasiada molestia, y le di una profunda mordida a mi comida—. Alex es un completo idiota y tenías tus motivos para dudar de él.

—No dudaba, solo quería saber si él en verdad te merecía.

—Pues, al final no fue así —aseguré.

—Mack, no vine para verte enojada —se bajó del brazo del sofá y se sentó a mi lado—. Mejor busca una película para que la veamos, ¿sí?

—¿No quieres ver Rick y Morty?

Negó con su cabeza.

Esto no es un cliché, ¿o sí? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora