Helado

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Adrien consultó de reojo la pantalla de su teléfono móvil, confirmando de un vistazo que Marinette todavía no había contestado a su mensaje. Emitió un leve suspiro, y volvió a intentar concentrarse en el libro que estaba leyendo.

Realmente, no tenía ningún motivo para quejarse. Desde que la amenaza de Lepidóptero ya no pendía sobre sus cabezas, su madre volvía a estar a su lado, y ellos habían podido formalizar su relación y salían juntos como cualquier pareja de su edad, su vida era mucho más plena y feliz.

Marinette y él se veían con frecuencia: iban a pasear, al cine, a compartir un helado; quedaban con Nino, Alya y los demás; y también tenían permiso para pasar largos ratos bien en casa de uno, bien del otro. Después de todo lo que habían pasado, y una vez calmado el revuelo mediático inicial, su rutina actual le parecía un paraíso soñado, un auténtico remanso de paz.

Ahora que no debían temer ningún posible ataque akuma, Marinette tenía tiempo para dedicarse con más calma a sus deberes como guardiana. Antes de marcharse a retornar al maestro Fu al tiempo al que pertenecía, Bunnix le había hecho entrega del regalo del que le había hablado: un enorme libro que no solo contenía todas las anotaciones recopiladas por el maestro Fu, sino también numerosas pistas, dibujos, referencias y esquemas añadidos por la propia Ladybug del futuro, con pequeñas claves para asegurar próximas victorias. Según les había explicado Bunnix, toda esa información les serviría para allanar su camino más adelante, cuando las amenazas volvieran a aflorar.

Las heroínas adultas les habían dicho que no había problema en que tuvieran todas aquellas anotaciones, pues la Ladybug del futuro recordaba perfectamente haber recibido aquel regalo, y haberlo podido utilizar de ahí en adelante. Como había dicho el maestro Fu, debía de tratarse de una de esas paradojas temporales que lo dejaban a uno con un fuerte dolor de cabeza si reflexionaba mucho sobre ellas.

Y, además de con él, con sus amigas, y encerrada entre kwamis y libros, Marinette también pasaba mucho tiempo con Luka.

Después de la pelea final, y del ritual que había logrado despertar a su madre de su largo letargo, el antiguo guardián había usado la magia una vez más antes de marcharse, con su paquetito lleno de té bien aferrado entre las manos. Este último hechizo había afectado a los compañeros junto a los que habían hecho equipo aquel día, y a Lila Rossi de manera especial.

Gracias al encantamiento pronunciado, sus amigos --y su enemiga-- no recordarían nada sobre lo vivido en aquella jornada y las anteriores que pudiera poner en peligro las identidades de los portadores. Todos tendrían ideas vagas sobre su participación, pero su memoria obviaría los detalles, los rostros bajo las máscaras, los escenarios visitados, y la magia presenciada. Los secretos de los héroes, y los de la familia Agreste, quedarían a resguardo.

Para la italiana se había aplicado, además, un tratamiento especial. Modificando el hechizo que impedía a los kwamis pronunciar el nombre de sus portadores, Fu había logrado que salieran burbujas, en lugar de palabras, cada vez que la chica tratara de mentir. Eso había hecho que, durante muchos de los siguientes días, pareciera que Lila tenía un serio problema con los gases. Luego había ido aprendiendo a controlar mejor lo que decía, y lo que no, e iba por ahí con la expresión contrita de una víbora a la que le han limado los colmillos.

Sin embargo, para sorpresa tanto de Adrien como de Marinette, Luka recordaba la mayor parte de lo sucedido, salvo los detalles más traumáticos de su papel. Tras hablar con él, pensaban que aquella excepción podía deberse a dos motivos: el primero, que el músico les había confesado que ya sospechaba de sus identidades, sobre todo en el caso de Ladybug; y el segundo, que su lealtad y discreción era tal que la información que tenía en su poder no representaría en realidad ningún peligro.

A fuego lento (Reto Adrinette) Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz