Visita de Kwamis

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Marinette escrutaba la ciudad a través del cristal de la ventanilla, temerosa, tras el beso que habían compartido, de encontrarse con el rostro de Bunnix al doblar cualquier esquina. Afortunadamente, esta vez no fue así.

Adrien era Chat noir. Su príncipe encantador, y su fiel gatito, los dos chicos más importantes de su vida, eran en realidad uno solo. ¡Y ella no sabía si reír, llorar o gritar! Si todo salía bien, sería realmente perfecto. Pero si salía mal... Sintió un escalofrío recorrerla de arriba abajo al rememorar las crueles escenas que había contemplado en las líneas temporales alternativas.

Bajó de la limusina y se despidió del Gorila con gesto ausente, dejando atrás la chaqueta que Adrien finalmente le había prestado para que se abrigara al salir. Sin embargo, el guardaespaldas la recogió del asiento y la colocó sobre sus hombros, en un gesto paternal que ella le agradeció con una sonrisa.

Subió las escaleras hasta su habitación sin quitársela, envuelta en el agradable olor de su amado. Su cabeza daba vueltas, pasando de la incredulidad a la felicidad, del miedo a la vergüenza. ¿Cómo no lo había visto antes? ¿Cómo podía él actuar de manera tan diferente bajo el antifaz y sin él? ¿Cómo podía haberlo rechazado tantas veces, sin saber que estaba apartando de su lado al mismo chico junto al que soñaba pasar el resto de su vida?

Tomó su teléfono para avisarlo de que había llegado bien a su casa, tal y como habían pactado. Quería decirle muchas cosas, pero sabía de sobra que tenía que contenerse, pues aquel no era el medio adecuado para tratar asuntos tan delicados. Como bien solía decir Max, para un informático hábil las comunicaciones privadas de un teléfono móvil podían convertirse en un libro abierto con relativa facilidad, y lo que ellos se jugaban era demasiado importante como para ponerlo en peligro por un desliz.

Acarició sus labios, soñadora. ¡Apenas podía esperar para verlo cara a cara al día siguiente! Aunque, claro, primero tendrían que concentrarse en lo importante, y dejar los besos para después.

Con un suspiro, se conformó con teclear un escueto mensaje:

"Llegué bien. Ya te echo de menos."

La respuesta del chico no se hizo esperar.

"Y yo a ti. No veo la hora de volver a verte"

Marinette sonrió, abrazando el teléfono contra su pecho. Estaban juntos en aquello, y la hora de la verdad estaba muy cerca. Habían decidido que la mañana siguiente se escaparían de clase con cualquier excusa que se les ocurriera, para planificar la trampa que tenderían al villano. Y aunque cada uno de los desenlaces posibles generaría a su vez un sinfín de incertidumbres, al menos esas podrían encararlas abiertamente como una pareja, y afrontarlas entre los dos.

Repasó en su mente los datos que tenían, tratando de decidir la mejor manera de que Lepidóptero mordiera el anzuelo que le iban a tender. Se levantó de la cama y sacó la caja de los prodigios de su escondite, observando pensativa las joyas mágicas que se desplegaban ante sus ojos.

Ilusión, teletransporte, segunda oportunidad... ¿Qué poderes usar? ¿Con qué aliados contar? ¿Debían esperar al próximo ataque akuma, o tomar ellos la iniciativa y elegir terreno? ¿Sería mejor atacar cuando el villano estuviera transformado, escenificando su esperada derrota frente a los parisinos, o aprovechar que habían descubierto su identidad secreta para sorprenderlo cuando no contara con sus poderes para defenderse?

Todavía estaba dando vueltas a todas aquellas preguntas, incapaz de decidirse por una sola opción, cuando un borrón de movimiento negro se materializó frente a ella, sobresaltándola.

--¡Plagg! ¿Qué ocurre? --exclamó al reconocerlo.

--Qué mi cachorro tampoco puede dormir. ¿Se puede saber qué le has dado, que solo habla, y habla, sin parar sobre ti, volviéndome loco con sus cursilerías? Aunque bueno, tampoco es como si eso fuera una novedad --continuó refunfuñando por lo bajo.

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora